La boca es un lobo tremebundo...
¡Nada come y se jacta!
¡Con pan duro fue vencido!
Por eso... ahora somos
los crujidos del duedeno,
desperdicios siderales,
féculas, ortigas, lo indigesto,
y no sabemos consignas preambulares.
Ni sabemos llorar ni sonreir.
Nada sabemos...
Hemos estado hambrientos, pordioseros,
desesperados en el fondo del bostezo.
Avergonzados, sospechosos,
sin saber si estar agradecidos...
La geografía nos dio alguna vez
su dignidad de espacio manso,
volumen en la esfera
y advenimos a otro rincón
vomitados, violentos
desde el fondo de la Nada...
Uno al otro nos miramos
mansamente, dibujados en sociedad,
sin firmamento como dos colegiados
truncamente burlados por el infinito.
En miseria del ser-ahí,
papando de la angustia sus moscas,
¡ay! la rebeldía se apaga
y de la llamarada
del corazón oscurecido nada queda.
Ni histrión por remanente al que decir:
¡Fuíste mío; causal de mi fracaso!
La muerte abre su boca y nos espera
si no queremos ser
ni aún haber-sido... o siendo.
11-9-1996
Del libro Las zonas del carácter / Sequoyah 1 / Sequoyah 2 /Sequoyah 3
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