Giman y escuchen el dolor.
Aprendan a temblar
porque un poquito de miedo
es necesario y rico como el sedimento
para la carne llagada.
El dolor es un bálsamo secreto,
río profundo, caudal que fluye
anónimamente, día día.
Su memoria, con engaño, se olvida,
pero está siempre en otros
preguntando si le sabes el nombre,
su entraña, sus heridas abiertas,
sus paisajes siniestros.
La tristeza neural,
como la sed del cruel, bebe
del cinismo consuetudinario
y se seca en la orilla de los vados
como hierba por todos escupida.
Aunque breves y secables sean las lágrimas,
el gemido se asoma tantas veces
y otras tantas se esconde,
el dolor chapotea en aguas frías
y congela los huesos
para que el corazón no reviente.
¡Por eso! giman mientras puedan,
escuchen el dolor en la mañana
para se enlutezca el olvido
y asesine el motivo que burló
en carne viva la porción
de húmeda sangre que les toca!
Del libro El hombre extendido
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