Saturday, November 17, 2007

El hada


El hada me vio en marcha hasta esta hermita
y me alcanzó en un cruce de camino.
Yo venía a América. «Voy hasta el templo»,
dije, mirándola. La admiré cuanto pude.
¡Qué bellas son las hadas de la fantasía!

Nunca ví una criatura más hermosa.
¡Era el hada como oasis visual para mi ruta,
como detalle de encanto en el paisaje!

«Yo no soy la fantasía. No se engañe»,
me dijo aquel demonio. Soy precisamente
el dolor más descarnado, la realidad
del pueblo, su Voluntad General
una vez depositada y corrompida.

A mi vista, con sucesiva tanda de torsiones,
se transformó en lo horrendo: la vieja fea,
prácticamente desdentada,
con la nariz del cuervo, sacacorchos,
con la tez aceituna, con la risa macabra.

Con oscuro y magro envoltorio de su propia carne
se cubría y aquella flaca aparición
levitaba en los aires, sin atemorizarme.

¡No importa, forastero, quién tü seas!
Yo te integro. Esta es América, la Libre.
Esta es América, la Hermosa.
Alójate
en una orilla de camino y escucha la epopeya
de la heroica Revolución Burguesa Americana.

Lo mejor de la epopeya está conmigo.
Causas colectivistas, progresivismo,
capitalismo industrial, el Banco Nacional,
caro anhelo de Hamilton, proteccionismo,
estado federalista, centralismo organizado.
Nacionalismo que no buscará las soluciones
en las faldas del imperio británico
ni en potencias centrífugas, foráneas, enemigas;
no mientras yo pueda evitarlo, forastero.

Canto al hermetismo

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