Tuesday, June 23, 2009

Canto de amor a papá

a Víctor López Nieves, poeta y maestro


«Ser consciente es disponer de un modelo personal del mundo»: Claudio Bernard

No hay nada más íntimo y próximo a mí
que el Yo personal, constructor de la esencia.
Tu yo, que es carpintero y el hijo
al que mi Yo es igual, polifacético con todas las maderas;
él quiere que sea el Yo que nos de ontología,
que venga humildemente a mis labios y musite:
«Dame afecto», no sólo palabras, no sólo estímulos de luz
(ya sabrás cuando me plazca abrir los ojos),
«dame oficio, carpintero, constancia potencial
de tu cuidado, prepárame el pesebre
y cúbreme con pajas del establo».


Voy lleno de madre-yoica y parezco que no soy
introspectivo y que sólo soy sustancia de sobrante,
pero, María de los portales, Malká
del Semijá / ofrenda virgen,
mi Yo tiene conciencia de latido y unidad;
y será la identidad de tu carpintería.
Padre mío, en oposición a la conciencia de lo externo
diré que el otro (No- Yo) devino innecesario.

Los ingenieros que platican sobre diseños fecundables
in vitro no entienden mi impresión de plenitud presente,
la constancia potencial de mi sonrisa,
mi consciencia de unidad ni autonomía;
no saben que yo me altero, desde esta convicción
de existencia personal que, en lo oculto,
desafía lo externo en general
y los que te amenazaron, Malká,
en los portales, y te dijeron: «Véte,
con tu burro, tus tiliches
y tu marido, el Carpintero».


2.

Ahora te hablan en torno
a egologías puramente sustanciales, numénicas,
afectos que son instinto llanamente, ahora
te ofrecen su pan para el hambre,
pero es pan, como quien daría pan a la bestia
o al niño feral, a la alimaña del bosque,
pan e higiene a quien no sonríe
ni canta desde los hígados sublimes,
su Yo incipiente; te hablarán, José,
cuando te vean las barbas y te valoren un viejo,
desde sus caridades e instituciones.
No, papá, tú eres un fragmento de mi Yo,
y eres eterno, hijo de lo Eterno.

No me digas, ni con la mirada, ahora
que he crecido que el amor pasa y se muere
porque la gente cierra puertas, no me digas
que el Yo ha nacido para que a patadas
lo maten en la calle y todo el mundo vea
las diferencias entre respetabilidades
y no se hará otra cosa que pasar
de largo. Y, qué hipocresía más grande
la de los sabios egológicos, éstos
que se llaman conductistas watsonianos,
sicólogos objetivos del círculo de Bechterev.

Tampoco a ellos los menciones.
No será necesario conocerlos
porque lo ví desde antes
que subiera sobre la ofrenda vírgen
del portal de Malká.

Y son los que aseguran
que no se nace carpintero y que no hay virgen
que, al mismo tiempo esté alumbrada
y deslumbrando, porque nos lleva en su vientre.
Deja que cuando haya estímulos térmicos que avancen
sean como manos, cariciosas encima del arrullo.
Deja que sean los fantasmas auditivos
metiéndose en mí para enseñarme a decir:
«Padre, te amo»... no los menciones a ellos...
No, no... dáme esa certeza que se llama Amor
en forma de alimento y Yo te admito formado,
como ambición de adulta envergadura que jamás
se quitará de mí porque su constancia
no me retiró su fe. Y te hizo Padre de mi Yo
para no despersonalizarme ni desde el prefetoriado
cuando yo era un pez
en la vagina física del mundo y mi comienzo.

3.

Por ahí están, ya lo sé, quienes cerraban puertas
cuando pedías posada, hoy urbanizadores
de las egologías, ingenieros en su opinión
de vida síquica, alardes egosintónicos
de personalidad individuada acorde a lo ético
de Selbst, Ideal Ich, majaderos.

El yo carpintero, tuyo y mío,
para nada urge de TALES espejismo subjetivos.
Tú y yo construímos la esencia
que nos une. Nada hay
más íntimo y próximo a mí
que el Yo personal tuyo,
Carpintero.

Indice: El libro del amor y la amistad

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