Tuesday, June 30, 2009

Aquel brazo sangrante / Las Vegas

a don Andrés, hijo de Pedro J. Jaunarena y Azcue
(1859-1940), quien me expusiera el ataque sufrido
por su padre durante el Sangriento Verano de 1898,
para mis monografías historiográficas sobre las
partidas sediciosas y campesinas en el Pueblo...


Aquel brazo, tu sangrante brazo,
Don Pedro, me sigue a todas partes.
¡Me escudriña!
¡Que brazo mensajero, ése que sangra!
Se mete en los billares de Gayá.
Se va al bembé encendido de las Juarbe.
A Lorenzo hace preguntas con señas
de los dedos, mudos gestos
de la profunda herida, mudras
de su dolor impenetrable.

Abraza, como puede, la silueta esbelta
y sensualona de María. La detiene
con la interrogante del tumbao.
Ella muele la caña con sólo el movimiento,
pero él sangra a Pueblo Nuevo con sus pasos.

¿Qué te dijo esa mano, María Sungo,
que te dijo con señas ese vasco?
le preguntan los socios de la fiesta
en desparpajo, pues dijo don Lorenzo...
¿qué donde está su cuerpo
y aquella santa hostia de los pactos?

Tu brazo, Jaunarena, en cada batey
como mogote erguido, totémico, sagrado
se levanta, pero a veces escapa
y entra a las chozas de los viejos alzados
y desperdiga el chorrillo de su sangre
(¿todavía les falta qué comer, amigos míos?)
y se va, que sea señal de mi cuerpo y los suyos,
¡ay, su mano! que aparece y desde el rabo
de una mula que te jala, compadece
el desespero de tu arrastre, maestro Lino,
pero, ¿qué hicíste tú, Guzmán,
si eres tan bueno, estudioso, caballero
como nadie? ... sabed que yo no quemaría
tus manos, como habéis hecho, Capitán Arocena,
mira mi brazo, se duele, estoy herido...

¡Ay, pobre Pueblo,
han quemado con tizones encendidos
y piedras rojas de venganza las manos a Don Lino!
tu brazo, don Pedro, está diciendo con muñones
¡basta, basta! y se va, a prisa y llorando.
Fue el brazo a despedirse, fue del codo
al bícep en su viaje, explorando.

El campanario de su Iglesia
ha repicado y el Padre Aponte espera
y se enfrenta con un rostro de antebrazo:
¿qué está pasando aquí, pregunta Aponte?
¿quién eres tú que estás sin armas?

A brazo partido vienes
por el agua de Culebrinas, separado,
¿quién eres tú que con aguas
del sereno Guajataca
como brazo del río
(del Imperio español)
vienes llorando? ... separado del flujo,
grande, inmenso, metropolíticamente renunciado.

Yo soy Pedro José, tú viejo asqueroso
y río de podredumbre,
río bastardo, apontificado;
yo soy la sangre que te quiere renovado.
¡No me toques las niñas de Maceo,
no vayas a sentar en tus rodillas
a las Cabrero, a las Sifre o las Franco.

Yo estoy dispuesto a todo
(y aún a matarte),
como brazo de mar para el destierro
te sumiría en lo profundo del abismo.
Yo me visto de lujo y alarde temerario,
hecho un brazo de mar,
brazo derecho,
con gran sostén y amor,
brazos abiertos,
y a deciros me atrevo:
¡Basta, basta!

Te he mirado cuando repica el campanario.

Indice: Epica

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Las Vegas

Allí estaban ellos. Los canarios.
En un espacio que nombraron Las Vegas
y fue un Salto del Guacio,
más allá de aquellos montes empinados
que Sebastián González dio
a su mirabalada, allí donde abundaban
los conejos, allí fue que soltaron los cerdos
y empezaron a llegar las golondrinas
y las calandrias cantadoras;
allí, en la noche, el silencio era un buho.

Y el bohío fue la casa del cabrero
antes que de Venezuela nos llegara
el apellido.

Pero un día dijeron: «Crecíste»,
saldrías de aquel batey vegabalero.
Hay planes para tí. Fue el primer nombre
que perdíste. Las Vegas era la infancia natural
de tu pueblo, que no conocía doctrinas
ni curas ni bautismos; Las Vegas
el primer nombre que díste por mirar
el espacio y sus mogotes. Ahoras serás
Pepinito / Pepino / Pepinote
y buscar a buscar tu adolescencia, Niño.

* [ En 1767, la Iglesia y el Estado convino
que se suprime el nombre de Las Vegas].

Indice: Epica

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