Fernando se vistió de mala muerte
Fernando, tu rey, se vistió de mala muerte.
Encarceló a quien habló sobre la luz y el fuego
y dio promesas y consuelos para el hombre maldito
en diluvios de su propia sangre derramada.
Y un día, con ayuda de la Santa Alianza,
tu rey, el soberano que aún
no había sido maldito por la boca de tu padre,
llenó con 100,000 tropas las calles de Cádiz
y el Duque de Angulema dijo,
con voz vibrante, umbría, temible,
Yo soy la Muerte…
… yo el Gran Carretero de la Estigia,
caronte armado, duque para los huesos molidos
y los culos pateados. Vengo por las memorias
de Mariana Pineda y todas las marianas
que en nombre de Mariana son marianas.
Vengo por Torrijos, a su pecho
lo llenaré de balazos, vengo
por los empecinados y, especialmente,
al Comandante Riego preparo su muerte
en el cadalso. Ni el Cura Merino
escapará de mí, voy a matarlo.
Lo juro ante el Ministro Calomarde
y ante tí, Infante Carlos.
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Lo que dice tu padre sobre él
Fernardo escupió sobre principios
de su juramento una vez que levantó
su mano ante las Cortes y dijo:
Creo y serviré esas normas
presentadas en Las Cabezas de San Juan;
creo y serviré, vacías palabras
y mandó a los agentes de la Muerte
contra los hijos valientes de su suelo,
contra misericordiosos,
contra los que no creen en falsos sueños
ni en sucesivos homicidios.
Y se fueron por Mina, el sublevado,
por Vidal, Lacy y Porlier, ante quienes vocales
de la Muerte exhortaron: «¡Hay que matarlos!»
Y tu rey, Marianita, el rey que ya no podía
ser amado y compadecido por tu padre,
reestableció la Inquisición,
persiguió la prensa, el pensamiento libre,
las imaginaciones de los espiritistas,
los masones, los poetas afrancesados,
los obreros que leen, los que saben
que, organizados, son más sabios que los sabios.
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Nos quemaste, Mariana
Con una vela de corto pabilo
y lenta llama, te vimos ese año,
ese final de marzo, ese macabro día
con ocho horas de fiero desenlace.
¡Como el hijo de la puta reina, nos quemaste!
Nos arrastraste al infierno de la hoguera
porque validas la sangre de Borbones,
Mariana, hija de Mestre, pionera
entre los Oharriz y Rodones,
¿qué hicíste con la vela?
por saber de un rey muerto en los años
de tus inmigraciones?
¿qué hicíste en nombre de Bolívar
o para soltar el trapo de tus aflicciones?
Adelantaste el averno de las divisiones.
Escindíste el pueblo originario.
Ya sólo la muerte purificará
lo que ha nacido: el renuevo
de los liberales, la reacción
en violencia aniquilante.
Ibas a matar al falso rey,
a tu rey Fernando, Mariana,
al que, en tu infancia pronunció
con lamento tu padre, él que te habló
de quien mató al Empecinado
y de un infante que no hereda
y quiere hacerlo:
el poder lo tuvo obsesionado.
Ibas a quemar vivo a un rey,
con cuatro matrimonios, pero sin hervor erótico…
… porque ni para eso sirvió Fernando VII
(tres esposas y no tuvo en su palacio
descendencia verdadera ni varones
con sus gonos ni quien lo llame,
con ternura, padre bueno, memorable, justo…
éso es como la muerte, Mariana.
¡Eso es como la vela que resbala
de tu mano y quema al Pueblo…
eso es como la vela de Psique,
la curiosa, que gotea aceite caliente
sobre el pecho de Cupido!
Tu gota de ardor es liberal,
María Cristina, reina de borbones.
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