Saturday, June 27, 2009

Reprensión y consolación del Artista


Para yo ser el Poema / la Canción / o la mera manifestación
de tu sonrisa, tu actitud jovial y entusiasmada por los campos,
para que yo sea Arte en tu vida, el lienzo de tu alegría,
para que mi presencia te produzca y sumerja,
después de haberme conocido tal cual soy,
en la Fuente misma de la Realidad,
yo, amigo secreto de corazones puros, dije:
«que no se muera la fe,
bendice mi nombre, cumple mi cita».

Yo también voy a Tracia, tú me dices
cantaré en el Estrimón y yo voy a la orilla
de ese río, y te oigo en forma de pez
o de árbol.

II.

Si yo te digo, «no mires hacia atrás»,
te empeñé mi palabra para que no estés triste.
Acepta pues mi palabra. Dála por buena, amigo.

Te saqué de los rastrojos infernales, la umbra.
Entonces confía. No me llames «Mentiroso»,
porque eso te convierte en traidor a la amistad
y al pacto... un amigo al que se le retira
la confianza, ya no es amigo...
(¿y acaso no fue conducirte en traición,
semejarte a Aristeo?,
el que fue y se antojó de lo bello, mas lo acosó,
se llenó de la ilusión de gozo, terminó destruyendo
a los que ansiaba y su mirada se exterminó
con las ansias oscuras).

Eso ya es ultrajar lo Bello y mandarlo a las serpientes
de la muerte: porque lo Bello es como una niña descalza
que avanza por el prado y pisa los venenos
del que muerde); en fin, para darte lo que dí,
la belleza incon mensurable de la modesta Eurídice,
te equipé con dulces labios, Orfeo.
Tú no sabías cantar entonces, pero te dije:
«Canta, canta con divina música.
Te instruyo» y por eso te hice hijo de Musa.
Te dí melodía por sangre.
(Toda la música te la dejé en la boca
y los dedos y te invité a darla a los prados
de Tracia, a todos los pastorcillos consecuentes).

III.

Sé que, a orillas del río Estrimón, se te ha visto errante
y de tu boca sale la amargura. Sobre una roca
ante aldeanos rompíste la guitarra, ay Orfeo,
y yo que te dije: «De hoy y para siempre, derrite
a los corazones con lo bueno, consuela a los adoloridos,
conmueve al torvo, alegra a los ancianos,
a las mujeres y los niños
porque la música es tu alerta y alerta es para el mundo.
Sé que estás triste, Orfeo. De luto, pero yo estoy
en luto también: Me ignoraste como consolador.
Te bendije con música. Pactamos lo Eterno.
Con esta enseñanza te casaste con la Driade:
modesta, virtuosa y plena de belleza, hasta la eternidad.
«Vale la pena el amor apacible de una flauta;
el alerta que origina la alegría y una amada
si es como Ella, como Ella: Eurídice, Musa».

Entonces, canta porque el alerta es poder
que origina las opciones, en el mundo controlado
por violentos y torpes, por brutos nacidos
para el mal y la tristeza.

IV.

Y yo te dí una flauta y un laúd y una guitarra
y una hembra hermosa y bendije tus labios
(y entonces, porque tenías fe, te dije:
«Tu voz y tu poesía son la riqueza del mundo».
Y, en los senderos del Hades, donde no hay luz
ni libertad de repente, conmoverás
a los dioses de la Muerte.
Te lo prometo. Cuenta con Perséfone
y conmigo. «Cántale al Hades».

Es cierto. A tu Amada la mordió una serpiente venenosa
y te llenaste de ira y me olvidaste, amigo.
Suplicaste al Caronte de la carne,
al barquero que aleja a las almas de la vidas
como si fuera un destino fiero y cuchillero,
pero, ¿por que no es a mí al que persuadas?
Yo controlo a todos los Carontes,
soy la Mente y la Realidad que hace milagros,
aunque tenga mis leyes, Orfeo.
Y yo, desde la Matriz de mi fe,
se atraer la vida, el amor, la abundancia.
Sólo mi fe libera lo que el Hades
se lleva y esconde de repente.

V.

Bajaste al infierno en su rescate.
Te creíste más listo que yo,
quien te dio a tu mujer amada y la ató
dulcemente a tus cantos.
Estoy dolido contigo, Orfeo.
Muchas tontadas que haces por causa de la muerte.
No te dije yo: «El alerta es poder y yo soy
Padre del Alerta; yo doy el control de las opciones
y sin alerta que yo doy, el control lo tienen otros».
Ni siquiera llamaste, a mí, por amigo.
Pero consuélate: Haré que el Hades
la regrese a los prados de Tracia.

Tú camina delante, donde Hermes,
mi mensajero, te vea. Que Eurídice te siga.
Para que lo informes con tu verso, te instruiré
sobre la puerta de salida y te daré los secretos
de la futura dicha, ¿me darás tu confianza si te digo,
por tu fe Eurídice saldrá de los infiernos
y volverá a la vida
, me creerás?

Te reprendo, desde hoy, porque sé
cómo se pierde la fe, cómo se traiciona
la confianza. Tan simple que fue mi prueba:
«No mires atrás» ... y tú miraste
y la perdíste; pero consuélate...

Quiero que sigas con los cantos.
Te voy a rehacer la voz encantadora y otra vez
los dedos quebrados, junto con la guitarra.
Quizás el regocijo del semblante
tarde un poco más...


De
El libro del amor y la amistad

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Fanny G. Jaretón / Guillermo Poitiers /Blog

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