Sunday, June 28, 2009

La vida es un palo encebao / Murió Pascasio Lamourt


No me los llevo al infinito, Carlos.
No estés triste por ellos.
Volverán a lo mismo, en breve:
Mingo La Perra a trepar el palo,
Sabino, a la albañilería,
Cornelia a santiguarnos.
A rezar, La Puerca y Pascasio.

Un palo encebao es la vida
de ellos, sus habitáculos en el yo,
en la autohisterizaciones,
en las norias del buey
y lo alienado.

Estas gentes no tienen plenitudes.
No son del Uno, ni sospechan
a Spinoza, ni los otros lados
de la onticidad y sus universos.
Están verdes y crudos,
sin comprensión primaria
de los cinco sólidos perfectos,
apenas balbuceantes
en sus metafísicas.

Van a sanarse después
de mucho herirse y regresar
a herir, después de mucho sanarse.

Indice: Epica

<><><>

Murió Pascasio Lamourt

Mi cítara se ha puesto de luto.
Versa est in luctum.
Don Pepe una esquela lleva.
El negrito la gritó por el pueblo.
Un masón dirá de quién se trata;
recordará de sus huesos lo debido.

«¡Habla, don Lino, tú que sufríste tanto!
Preséntale sus respeto ante el Santo de Narbona».
Házle su buena caja, Don Aguedo:
el ataúd que la lleve en sus hombros
reposada Abejón, Bacalao, Chalo Mancha.

Murió el más alegre de los agricultores,
uno que enciende los bateyes con contento.
Murió Pascasio Lamourt,
de la negrada de Magos.

Y el Cidral está en luto.
Lloran y rezan los peones y las campesinas.
Murió Pascasio, el buen hombre.

Piadoso, bonachón, gregario,
generoso es con los pobres de sus predios;
se va, absolve Domine, porque su bragueta
fue experta en hembras de todos los colores;
se fue, por caminos de eterna indiferencia,
aquel que mucho amó; se va, dejando
aundancia de su cepa en los campos.

07-02-2005 /
Indice: Epica

<><><>

Ha muerto tu rey, Mariana

Ha muerto tu rey, Marianita,
niña de mano caliente, quemapueblos.
El que no servió para nada, a no ser
para morir enfermo en La Granja,
dio su tosido final, se lo llevó la brisa
o el Viento del Sur. O una estrella polar.

Lo mismo es que lo llames en Caracas
o desde el alma que te enseñó en Pepino
que eres una historia en el libro del dolor
de Moncho Lira, a él, al rey,
lo quisíste porque eres
sentimental, soñadora, pura, agradecida…
así se quiere al acaecer,
padre putativo del Ser
y la Muerte.

Se murió, Mariana, corre, vé y díle
a Juan Orfila Pons y Doña Nicolasa
que con una mano caliente,
con tu mano y tu vela, limpiaste
una memoria de traiciones
y te díste la catharsis y contento.

Tu rey viejo y nefario no supo
conciliarse con nadie, y lo quemaste
como se quema con aceite
el torso suave, efébico, de Cupido.

¡Se te cayó la vela como se cae
una venda de los ojos!
por andar pajareando con la historia social
de las viscitudes, se te cayó una vela
de la mano, o se llenó una cortina
del fuego que limpia la consciencia.

Ahora lo entiendes: Fernando, tu rey
odió a Simón Bolívar, a Sucre, San Martín,
Itúrbide; odió a Miranda, a Washington,
a uno y todos los enciclopedistas, a Dantón,
y sin faltar ninguno... a jacobinos,
a pobres de La Bastilla…

¡Ah, puta sangre y pragmáticas sanciones!
Odiaba él todo, a todos, no se salvaba nadie
y el odio es muerte que busca derramarse,
vaso de impaciencia al que ya
no cabe una gota más de enojo.

Fernando VII se quejó por la mucha
pólvora que cae sobre su pecho
cuando tú lo miras desnudo con tus ojitos
de niña pubescente, españolita rica
y soñadora y le llamas mi rey,
como si fueras su pequeña infanta, Isabelita.

Pero crece. Deja de pensar en tonterías.
Deja ese libro y no te quedes dormida.
¡Mira que, por soñolienta y aturdida,
acabas de quemar el pueblo!

[El rey murió el 29 de septiembre de 1833]

Indice: Epica

___

Indice: Epica

No comments: