Cuarta parte
Consolaciones de Agar
texto sobre Agar
Mi sublime zorra
Yo no hice un Becerro de Oro,
no aporté un quinto.
Cuando estuvíste ausente, Moisés,
y el mundo entero pensó que no vendrías,
yo propuse a mi Sublime Zorra
(esa que nunca sería lumia,
mangaza o lagartera,
esa que no arrastra tras si
a las monda vividoras)
ni necesita Edad de Oro
ni sexo con turistas
en las Saturnalias.
Yo la propuse, mea culpa,
porque no es la Durga feroz de la carne
ni la cara engañosamente dulzona
de la bota marcial y las fasces
y las banderas del que oprime
y sirve a la sinergia
y la gesta prusiana del injusto.
Yo creía en Ella y me temo
que la amo todavía.
09-12-1990 / Estéticas mostrencas
Te busco dionisíacamente
Ese yo nietzscheano
que ha sido asociado a las rapiñas,
a las águilas mosaicas y los gallinazos
es voluntad, es mi mano; hurgo
en los campamentos de Israel,
releo las viejas tablas hechas añicos,
busco aún mi cuerpo y mi fe,
la voz del que te oye.
No es pues la quimba
del que no es Quién por tanto hartazgo
de No-Ser y qualia hediente
de cadáveres, no es ínfula de ser
y no estar en el camino de Ser
por sólo ser un eco ultramontano
y caníbal dimensión
de la desidia.
Estéticas mostrencas
Detén tu mano, Abram
Todo lo que poseo,
poco o mucho,
para la eternidad lo dispongo,
para el ágape de la posteridad
lo quiero.
En el presente la vida es sólo talento
que se pierde, afectada virtud,
modestia atormentada, probihición
de danza, exterminio de escándalo.
El empirismo degrada,
año tras año, todo se va olvidando
con arrítmicos días
y obediencia
y rodillas peladas.
En el pasado, su poder y autoridad
(el principio universal que contuvo
la voz de la conciencia), las apropiaron
ladrones, en medio de mártires
y guerras y, en calles de capricho,
tras esfuerzos de inútiles rescates.
Al final, los corazones vivos
quedaron sepultados
y el bien común, ese tesoro,
fue la piedra de tropiezo
y el escándalo histórico.
Todo lo que poseo,
poco o mucho, ¿estará escrito
en las Tablas que echaste de tus manos?
Entre pizcas del Becerro de Oro,
demolido, buscaré mi tesoro,
entre residuos de la Ley,
examinaré mi parte;
entre cadáveres de los desobedientes,
hurgaré como perro mi mendrugo.
A la espada que quiera eliminarme,
diré Todavía No, sacaré el hacha
con que fui a la muerte,
siendo niño y la voz
a mí debida detendrá la agresión
con gesto existenciario.
Detén tu mano, Abram.
Déjalo ir por las rutas
del Nosotros.
08-11-1981 / Estéticas mostrencas
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