Entonces hablaron las sibilas
y las parcas y las moiras,
moscas placeras de tormento
y dijeron a los cráneos que laboran:
Dáme lija y tén sustancia,
muchacho, ven al templo,
extranjero, y te doy vulva, concha
y maco, Templo de Luna tengo
en el Collado de Aventura...
Me sacaron de madre
aquellas voces; yo era tan práctico,
burdo, sencillo, y no sabía
del limen y ese dolor,
magnitudes de estímulos
ni de esa linfa espiritual
con menos proteínas que mi sangre.
Te voy a dar la gracia y la mollera
y la bestia abisal de los santos.
Desde entonces estoy triste,
mecanche y lobeo al acecho
de las hembras del templo, pero soy
como malva, dócil y chiflado,
y mi trabajo me lo roban
los buitres y mis reses,
el chacal estatizado.
Estéticas mostrencas
Sacerdotes belonarios
La guerra hace los ladrones y la paz los ahorca: George Herbert
Para un pueblo que alcanzado un alto grado de civilización o de bondad moral, la guerra, para que sea honrosa, debe ser defensiva: De Bonald
Como tres jaurías, olorosas a brea
y sorgo, a olivo, a vendavales lejanos,
se acercaron a las playas y ladraron;
desde la islita de Tortuga
les vieron los caribes;
en las cercanías de Maisí,
Puerto de Palma, Hatuey se puso
a la cabeza de valientes
y les cortaba el paso,
pero eran muchos perros infernales
y espadas de acero muy filosas
y por los visos de sus cuerpos
se numeran a los muertos y perdidos.
En Yara, con llagas y cenizas,
les vio el Guabá y Hatuey
que ya es un mártir cubierto por las llamas
y el árbol, su cruz en el naciente infierno.
Entonces, hicieron otros viajes
y llamaron a Cuba, Fernandina
y el Puerto de Carenas atrajo
a los virreyes y estos subieron
con trajes de metal, calzados
con botines de macizo cuero.
Entraron al viejo paraíso, Boriken,
Guaniguanico, avanzaron
los hijos de la Noche y el Erebo,
con perros que son lobos
de sanguinario hocico,
con asesinos que son leones alados
con cabezas humanas y que se llaman
iberos-castellanos, hidalgos,
conquistadores de cristianismo rancio,
súbditos de Fernando el Católico.
Entraron y con ellos... el alma
de sacerdotes belonarios,
el bayú de su indecencia codiciosa,
el bagazal de los ingenios
como hacienda, el atracón de sangre,
el culto a la rodilla y la obediencia;
entraron y en 75 días cayó Tenochtitlán
y treinta años desapareció
la etnia dulce y cantarina del Caribe,
se quedaron caraibas, por esquivos,
y tapuyas, nómadas, intrigosos
ya teñidos con óleo de carapa;
se quedaron piratas sin ley ni rey,
otros que bien bailan, hijos de batuque
y embelequería, los benthianos,
hombres con huesos de baracoa,
indios ladinos, bizcos, cómplices
ante gendarmes y funcionarios
de Gran Bonete y gesto petulante,
hijos de hazaña oscura...
... pero los valientes se fueron a la muerte;
cantaron sus últimos areitos,
dieron su adiós al río, subieron
al monte santo de Yukiyú,
se fueron porque ni aún la guerra
es más infame que la esclavitud
y la ausencia de gracia y reposo;
se fueron pero quedaron
las huellas de sus pasos,
fetiches de su iconografía.
03-05-1983 / Estéticas mostrencas
Oubao Moin
Oubao moin, isla de sangre,
Caribe turbulento,
en cuevas de rojos ríos
me alcanzó el desamparo.
¡Más pobre que la rata
está mi geografía en regolaje
de quemón y chasco!
Con espada se atravesó mi pecho.
El imperio de ácaros, ciegos
por su maldad, sin decoro, gordos,
impetuosos, predecibles
como tupíes y caraibas traicionan.
Visitan este rincón donde la dicha
estuvo y la abundancia y el reposo;
ahora todo es rebujo y botín,
hecatombe, olor a muerte.
Isla mía, los mimes llueven
como lloros de almas ajadas,
vencidas, impotentes,
y el cielo ya no es claro.
Nos cayó la macacoa, Yukiyú.
En cáncano de mar, en escapada,
ancianos y niños palidecen,
se desmayan, y los golpean arrecifes.
Del caney secuestraron mis caciques.
En cadenas, a brujos de cálida poesía,
ví y quedé yerto; con espadas
y sabuesos a mis valientes se mata.
En carrandanga nuestro dolor
se apila y como a bobos de Coria
a esclavitud y burla, a trabajo,
a látigo, a inquina, forzaron
a mujeres y pequeños,
a los débiles por años.
¿Qué vestido queda a la esperanza
si la belleza huye, qué harapo
describe al generoso ágape
si el espíritu se apaga
como en espejo opaco?
A ésto es lo que llaman
la Hecatombe.
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