Monday, December 22, 2008

Anacaona convoca a los cazadores / El cazador / La india


Varones de arcilla roja navegaron
desde Tapajós, la vieron en las islas
de Valientes Señores de la Sangre;
la oyeron en cada areito, su voz estaba
viva, transmigrada, eco renovado
en cada eco, Flor de Oro, Anacaona
la voz-hija de lo Eterno.

En los carcavuezos más hondos
del peñascal se estremeció su sombra
y se dijo: ¡ya la vimos, la tenemos!
¿Será acaso ella la que escapa?
¿Será que va en la nube,
cimarrona de repente,
o es el viento, arquegonio abierto
sobre helechos, vulva de musgo,
cabalgazón de tierra y cielo?

Es que su amor encendió
su imagen de hermosura
con la voz de las olas.

No fue cierto que huyó; no se va
del Xingú, nido nativo, la viajera unitaria.
Su corazón es caríaco, no se fue ni se irá nunca.
Regresó, más bien, con el boechío.
Se volvió a la Jaragua junto al pueblo.
Fue a comunicarles muchas cosas
porque todos vieron llegar los invasores.

2.

Con su esposo Caonabo recibió
al Navegante, recibieron el alba
junto a las carabelas.

Tenían los dos tan limpias sus miradas
que no sospecharon con Ovando
la traición a las puertas,
al cazador con el agio en los ojos.

3.

... al describir el areyto, o danza con recitado que vio en 1515, en La Española, recordó que esa manera histórica de comentar los hechos históricos y de conservar sus tradiciones, era parecida a la de los viejos romances españoles de los que él, que tenía la mollera llena de ellos, menciona algunos. En las costumbres de los indios, por bárbaras que sean, encuentra rasgos parecidos a los conocidos en la historia de Europa. Sentimiento, más que prejuicios, no le dejan comprender las costumbres indígenas: Enrique Anderson Imbert al evaluar a Gonzalo Fernández de Oviedo.

La liebre se llamaba Anacaona.
La buscaban por las sínsoras del monte.
Preguntaban por ella a las cañadas
y al fondo de los ríos, por igual:
¿será acaso zorzal o jilguerilla
la que canta y se asoma
a las noches con tamborines y maracas?

Por arijos donde crece el maíz,
la bija del achiote, la yuca
y se esparece el olor de retamas,
olfateaban su huella; se creyó, lo imaginaron,
vérsele citada por un eclipse de luna,
el más oscuro.

02-12-1981 / Lope: Indice



El cazador

Tú que has visto demasiados caminos
y, con certeza de que todos se duelen
en palabras, se ríen y delinquen
con sandez de impuros oleajes,
tú que oyes la marisma de la fantasmagoría,
vaticina nuevas islas, textos de porvenir,
historia de corales y de estrellas,
luz desde lo más recóndito y profundo
de la mar secreta, la imaginación lícua.

¡Ven a cantar con pulmón de montes
y pájaros, cazador, desmiéntelos,
ágil liebre, osuna fortaleza;
y saca el corazón, lleno de voces
y reparte arterias como ríos,
vertidos sobre tu frente, marinero
y tú, arquero, pon el ojo
donde la hermosura pide
la visión ardiente
y equilibrio y rigor
y pasión
y temple!


01-12-1982 /
Lope: Indice



La india

Comulgo con los dioses
que sorben su aroma grata
del hidrato y sus carbonos.
Que quieren cuerpos sólidos y diáfanos.
Que se llevan un joropo de Tlaxcala,
de genuino ixcacihuite
y un tapiz de Chiautempan
para hilvanar con sol
una hoja, un tejido leñoso, una flor
para las manos, el talle, el alma.

Quien me abraza con el regocijo
de saberme la envoltura celular
del mirto, chupa de mí
esperanza y canto.
Quien se acuesta en mi seno,
mi mujer tendrá de oquis y regalo.

19-01-1990 /
Lope: Indice

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