A Francisco Vázquez de Coronado (1510-1549?)
buscador de las «Siete Ciudades de Cíbola»
En el pozo del Desencanto, ví al Conquistador.
Clasificó lo improbable, vaticinó el destino
con dicotómicas categorías:
quiso un imperio,
siete ciudades,
en su puño siniestro.
Pero no lo admite.
Ha comenzado a alimentarse
con sangre, a enfrentar el mundo ajeno,
a matar indios, a negar el hallazgo,
a mal herir la Sorge.
El Virrey lo ha censurado.
Ahora sediento está de barro y aliento.
Se mece en un giro del yang estructurado.
Con perra sarna lo muerde la codicia.
Con ausencia de alma lo engendra
el acto equivocado. Algo más
peligroso: la conquista
ad absurdum.
A la peña de las divisiones se lo lleva el abismo,
el pozo, la lujuria de hallar lo que no existe.
No se convence aún y está en Arkansas.
Se fue de Colorado. Pero ya no importa
El descubrió el Gran Cañón.
Un río, las montañas Rocosas,
ha examinado todo
y pagó el precio,
el desencanto, la echada
en victoria de «infidelium», in partibus...
2.
En el pozo del infierno,
Baal-parazim, viven en echada
quienes son como él, quienes buscan
actos puros, unívocos, fantásticos.
Son salmantinos en conquista de la Nada.
No es posible su metafísica de lo objetivo.
Todo se engorda en la sustancia,
aunque todo se escinde.
Todo es denso, equívoco, excluidor:
macho y hembra, bhikshu / bhikshuni,
dogma o mentira, dualísticamente agresor.
Los ejércitos partirán en trocitos
lo que hallan, todo se ha de fragmentar,
o aparcelarse si no se entiende lo real,
sin fantasía, y se pretende la Cíbola sin dicha,
sin consciencia y sin valores.
Sin espíritu objetivo, la dicha, la existencia,
la verdad, son partículas del Derrumbe.
3.
En la ejecución de Pedro de Añasco
El procurado es un indio.
En 1540, en brasa de tormento, lo habrían quemado vivo.
De él no quedó ni dominguillo con que espantar
la muerte y la colonia; pero en la Nueva Granada
los yalcones sí lloraron y son como él fue,
rebeldes, cimeros, indomables.
El procurado se armó de la congruencia,
hizo solicitud de lo no hallado: convocó el heroísmo.
De turno, inesperadamente, dio el ejemplo.
fue héroe del Gran No, conciencia del destino.
Pedro de Añasco no tuvo tanta suerte.
Fue sedimento sin recuerdo
en el fondo del pantano. Quiso
repartir mi pueblo en encomiendas
como útiles de oprobio,
como cosas y esclavos.
¡Pero no somos eso!
Y el procurado enseñó:
«Diente por diente».
¡Somos gentes, yalcones,
zorros viejos y heroicos carajo!
03-12-1977
4.
a Gaitiana, la cacica
Para que entiendan que mis yalcones
no son cosas ni guijarros, repartos de muchedumbre
y que Timaná no es el nombre de mi estero
ni que con puro percibir se me ve o se ve a ellos,
la Vieja Zorra de mis días,
Gaitiana, la cacica,
prendió a Pedro de Añasco,
Capitán de Justicia Mayor de Belalcázar.
Le sacó los ojos con puñal de pedernal.
Escupió su rostro y lo maldijo.
Lo arrastró como a costal de papas
por bateyes de la niebla
cuando la luna fue más clara
al canto de la diuca.
Un dogal le puso al cuello,
al él que tuvo poder y deseaba
oprimir al pueblo de yalcones.
Pero mi Vieja Zorra del estero
tenía las manos rudas y filosas,
el hocico agudo y la cabeza ancha.
03-14-1977 / Lope: Indice
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Conquistadores y conquistados /
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