Thursday, December 18, 2008

Caverna del mutatis mutandi / Bendición de los hijos


Yo dí el salto al abismo
cuando ví la luz que me invitaba
a dejar la caverna del mutatis mutandi.
Del salcocho de cerdos no quise mi alimento.
En rehalas de rebaños ovejunos,
dicté: soy soberano y con sinarcas
que desprecian a mis hijos
y les dan sus sobrantes,
no quiero mi banquete.
Innecesario exordio son
sus prolegómenos,
predicantes de miseria.

Yo dí el salto de fe
y mi alma era una risa,
la gloria de mi fruto
más amado, el vetarro vencido
en el deslinde, la gruta del deleite
por rutas de movimiento eterno.



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Bendición de los hijos

Yo soy un padre en fuga
y el titipuchal de críos me solaza.
Ni tolondro ni aturdido me organizo;
les doy lo suyo. Les ví nacer con gusto
y les juzgo y soy severamente dulce
cuando amo.

Les veo, les busco en la casa
de la madre que gritaba en los templos.
Con hembras del frenesí,
en plazas y bares, comulgué
y tuve críos. A una mozcorra
de materialismo atributivo,
yo dí una niña, nuestra amada.

Con santurronas, legalistas,
de lógica formal o moral judeo-cristiana,
me acosté en bandidaje;
pero ví el porvenir, yo ví
los hijos perfectos que ya no entran
a revolcarse en el limo
ni en desajustes de identidad
se dan cimientos; yo los bendigo
y les cuento el pasado
(la hora del Hacha
y la cima de Moriah)
con un poco de futuro.

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Memorias de la contracultura: Indice / ¡Cuánto lo quise!

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