Para defender a un inocente nunca falta elocuencia a un hombre de bien: Manuel Tamayo y Baus
Tiene el indio y lo digo
(donde mis ojos ven su alma)
naturaliter christiana,
bondad feraz, noble instinto hospitalario.
Con sus manos el valle reverdece.
Con humildad tan limpia el sol
de la mañana prevalece.
El afán es productivo.
El alimento sabroso
como fruto de labios inocentes.
Vengan a verlos, reverentes, simpáticos.
Los invito a las milpas; verán
que junto a mí no hay esclavos.
Hermanos míos los llamo,
cristianos a derechas, hijos
de la Iglesia Primitiva.
2.
En Tzintzuntzan hasta el niño
se place con los rezos.
Se persignan con sus manitas
y suman al trabajo.
Sus voces son la alabanza,
gritos al Infinito.
Unicamente los bárbaros,
de pelambre gachupina, gente
de ojos azules, beatones,
a ellos esconden de Dios
y los humillan.
Sin embargo, yo bajé la isla Utopía
de los altares, deposité los candelabros
en la arcilla, robé el fuego de la fe;
a todos los llamé espíritus de Dios,
vasos de barro, ángeles en la carne.
En hospitales, les dí misa;
la utopía de mis hurtos es
la esperanza de los pobres.
El campanario los convoca.
¡Y ellos son felices, libres, anhelantes!
La Santa Fe se hizo práctica en su suelo.
3.
Venga, Fray Juan, Zumárraga bendito.
Usted, primer Obispo y Arzobispo
de esta tierra, Nueva España
de los diablos blancos, codiciosos,
esclavistas de hueso colorado.
Dígales misa a ellos,
que los tengo reunidos y callados.
Misa y sermón a los que piensan
que los indios no son racionales,
a los que citan a Aristóteles para aducir
que, por naturaleza, son esclavos y salvajes.
Haga que pidan perdón a Dios
y al reino de los hombres.
4.
Oidor de lamentos he sido,
bendito sea el que oye.
Quejas recibí de los hijos
del destiempo y el látigo.
Los despreciados del mundo
lloran y gimen, se me acercan.
De la primera Audiencia de la Nueva España,
yo he sido Oidor, la oreja compasiva,
la voz de los silencios.
Yo escribí la Doctrina para los indios.
Soñé su mundo salvo del Mal Mundo.
Viví el renacimiento. Ahora
Uruapán me recoje en su mortaja
y estoy triste y temiendo.
Y la muerte se presenta de repente
y cantan, junto al indio, tecolotes.
A Pátzcuaro se va mi pensamiento.
Allí dejé un colegio.
(San Nicolás, apíadate de corazones duros
y proteje esa Luz, dáles conocimiento).
¿Quiénes harán las escuelas para el indio?
El tiempo pasa y Zumárraga ha muerto.
¿Quién, oh Padre Santo, dará continuidad
a mis desvelos? ¿Quiénes, Padre mío?
5.
Yo lo ví morir, se fue primero.
El fue enemigo del formalismo monástico.
En los claros de su día, vimos
al hombre, al cristiano concreto.
Por saberlo mi amigo, Doctrina breve
en mano, yo me lancé a los montes,
busqué los pobres, defendí al indio manso,
despojado y hambriento.
¿Qué habría hecho sin tí, Zumárraga,
erasmista preclaro, luz de la Iglesia?
¿Cuál destino, por tu causa, tendríamos
si Fray Las Casas, también se está muriendo?
¿En qué manos diabólicas, corazones
archiescolásticos, dejaremos la isla de Utopía,
esa que ha sido el predio hermoso,
la Sión terrenal con que soñamos?
11-03-1983 / Indice: Lope de Aguirre
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