Ya que el lugar original
de la verdad no es el juicio,
ya que es necesario que se verifique
si el Dasein es y será eternamente,
saquen la evidencia que me ocultan,
dén su mentís, sepultureros,
que el cadáver aún hiede.
Repiten lo perseverado, dénse mañas
en la luz, pobres diablos,
que lo descubierto se destruya,
ya no sirve por su olor demacrado.
Abrid esos baúles donde todo lo escondido
se expone como falsa complicidad,
tributo sinodático que se paga al Obispo,
señor de todos los olvidos.
¡Destruyan el sentido común
tan sospechoso! Yo quiero
el cadáver a la vista.
Al fin de cuentas, con todos los clamores
acusantes y, a la vista también,
el arma del delito.
10-12-1979 / Indice / Heideggerianas
Sunday, August 31, 2008
Arma del delito
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