Tuesday, August 12, 2008

Mi amor a la criada




A Migdalia

¿Sabes quién eres, en verdad?
¿Y cuánto significas cuando transito,
sin tí, mortificado en el temor y el enojo?

Eres una falda cortica de hipotálamo,
límbica porción activadora que eleva
la simpatía nerviosa de los cuerpos.

Y yo te quiero como a la amígdala,
Migdalia, y confío en tí, si es que te llevo,
con la ira y el placer, todo en conjunto.

Me cautivaste. Soy tuyo, pero...
¿sabes quién eres? ¿chamogosa de la líbido,
polvo disperso de mis cogniciones?
La única criada que gratamente empleo.

Impulso único y gratis del imperio cardíaco.
Unico dios que baja siendo el corazón
la esfera de emociones.

Cuando muero a diario en quehaceres
caseros y mundanos, en tí confío, Migdalia.
En mi entorno, te amigdalas, acudes y organizas
respuestas con un tris de mis dedos.

Me observas, de reojo, advinas
contracciones peristálticas de alma.
Para mí secretas el ácido clorhídrico.

No sé si soy quien da órdenes, tú mandas.
Meramente, obedezco. Me tienes hechizado
con tu presencia que ronda mi hipotálamo.

Y avanzas tú a rescatarme de balcones,
siempre en busca del ego que se pierde
en el mundo cambiante, su caos impredecible.

Afuera está la calle. Acusa este amor
tan lleno de endorfina, ¿y sabes quién eres, gata mía?
Eres luz, carga emotiva, conductividad eléctrica.

Eres bombillo y faro, bujía que me devuelve la piel
y evita que salte a los abismos, con ausencia de sal,
muscularmente tenso y desgraciado. Eres sal de mi vida.

Tú llegas y compartes. Como una nana
o un ángel, te asomas salerosa y cálida:
das la temperatura de tu rostro.

O das tus manos tibias, ajenas a la fiera adrenalina.
Como un beso es tu frecuencia de respiros
y mis lamentos pausas con un mínimo roce de tus labios.

Vienes, niña del servicio a la emergencia.
Cuando establezco mi posición de amo,
te sabes imprescindible, amigdalante Migdalia.

Y te quiero porque a mi rostro das ecos,
a mi voz rematizas. A mis músculos
aflojas o endureces, criadilla.

Planchadora reticular de cogniciones,
tú eres todo el sistema biológico en comando;
activas el SNA, asesoras mis sistemas endocrinos.

Para el medio interno de mis comportamientos
preparas hasta el lecho en que me tiro y me prestas
el depósito de influencias aprendidas e innatas.

Sin tí, yo muero o vivo; sin tí, criada
de mis cortezas cerebrales, cocinera
de mis estados afectivos, soy hambreado.

Consoladora del llanto, cachorrilla ejemplar de la risa,
mil-usos amada, aún no sabes lo mucho que me das
desde tu falda cortica de noradrenalina.

De Estéticas mostrencas y vitales

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