Por afición a esos sistemas de lo Bello-mitológico,
el imaginador echó mano a la lujuria de las apropiaciones
y se inventó el ultraje, cuando sintió el apetito
de la hermana otredad, la que no es suya
y cuya gracia es la perfecta simetría
yuxtapuesta a espejos gigantescos de lo desconocido.
Está postrada allí, fluída, autónoma, volátil
la errática viuda, invisible a los ojos,
un lado oculto de muerte misteriosa
y de vida adversa, pero de gran hermosura:
la justicia del Bien, la bondadosa.
Sigue ahí, tras la apariencia
de lo ilógico y bello y admitido...
la terquedad del negligente, presuroso,
en pos de niñas hermosas, esclavizables y ultrajables,
adquiribles, seducibles, escondidas, ya que huyen
de estos monstruos de las Cuevas y las Torres
de Marfil de sus anhelos.
Ahora elucida sobre el Bien.
Cree que tiene el derecho a describir su origen ideal,
su jerarquía en lo absoluto. Es experto en alegar
que lo que es en sí y nouménico es inverificable
y, aún más tonto e inútil, hacer demostraciones.
Indice / Heideggerianas
Sunday, August 31, 2008
El ultraje de lo bello o la hermana otredad
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