Saturday, December 06, 2008

El pordiosero (13) y (14)


Está seguramente buscándome
en el odio, en lo feo, en lo desesperado;
pero la voy a amar aunque me cueste.
Es la vida deforme, la miseria,
un rostro que no tiene abundancia
aunque la quiere.

El tiene una coyunda que lo trincha
como a un asno y le quita disfrute.
Vida es por la que no dice es la mía.
¡Está doliendo en mí! como mijarra,
pero es con su mística mirada
ya sé que no es el dueño del molino.

Está doliendo con todos sus rebenques
pero la ví desnuda y ya la quiero.
Es la pobreza que a todos roba
el movimiento del impulso.

Y soy electrónicamente libre en este instante;
el sable está cargado de mi ira y mi protesta.
Voy a estallar de compasión en su nombre.
La voy a reconocer y le diré
quien está chupando el hierro de su sangre;
le diré que la palabra se ioniza con potasio.

Es la palabra amor, deseo, vampiro
que me lleva al oído interno de sus ubicaciones.

¡Llamaré al poediosero! Le diré que
nos convertamos en magnetos para que su miseria
no viva. Con frecuencia de mis ondas
que escuche mi llamado. Y su memoria compleja
y mitificadora. Perdonaré su covacha
si la tiene, lo que sea su refugio y su migaja;
pero yo quiero más para sí.
¡Su vida plena, su situación activada
para el cambio! ¡Quiero la muerte
de su muerte en vida!


21-03-1980 /
Indice: El hombre extendido


El pordiosero (14)

Le están haciendo el gesto
más sucio de la cara, y él, encorajinado:
con la mueca del odio más fecundo
lo rechazan. Le están haciendo el feo
desde lo más salvaje de la indiferencia.
Creen que es su culpa vivirse en desamparo.

Y el pordiosera sabe que la propia sustancia
del mundo, la infinita materia, le dio ojos saltones,
y una boca de perro y tan poca paciencia
con aquellos que anhelan saltar sobre otros hombres,
devaluarlos, matarlos con puñales de trapo
porque no son hermosos y hieden, además,
con agresivos gestos.

El narizón amasa para sí el olor
de madriguera húmeda y salvaje.
La andanza cabizbaja produjo la miseria
y él suspiró el discontínuo
y maldijo las bascas y las noches
de asfixia y descontento.

Si se aprendiera de él, se llevaría
el corazón en alto y se olería esa carne
que me promete un aliento embravecido.
¡El quiere un cambio, feo o como sea,
al menos, ser amado, y que no lo molesten!
Pero lo burlan porque su piel parece
teñida con achiote.

05-14-1980 /
Indice: El hombre extendido

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