Tuesday, February 03, 2009

31. El viaje y el norte


31. El viaje y el norte

Deja en el Norte oscuro tu lástima,
tus penares sociales, tus pasiones de bestia,
no arreglarás el mundo, tu corazón es prioritario.
Arréglate tú. Deja la amarga dulzura diabética
en el rincón; la piel doliente del cáncer
que se disuelva en fuego; no la traigas metida
en un morral y me la saques en cara.
Al estrés mátalo a palos en tu propio descanso;
en tus ratos libres, echa a las alcantarilla
tus lamentos y tira la líbido de tus placeres frívolos
al tubo, no sufras por ninguna mujer,
no codicies lo que te no alimenta ni crece
para tu dicha; no confundas egoísmo con la fatua bondad,
con hipócrita desprecio por tí; deja que los peces furtivos
que fluyan a la mar y no bebas aguas de Mara,
aunque tenga sed; en el Gran Océano la Maya
sabe lo que pudre, o a lo que transforma en nueva vida.
Tú no seas juez de la Muerte, a quien sí sabe
la justicia de morir, de transformar, de crear
sobre el cadáver de tu pena y otras penas
y las perturbaciones cósmicas de tu mundo
y otros mundos; tú sé un viajero,
mi más dulce pescador; tú mira la noche
en el Norte porque allí envió la Estrella
para que vengas a Oriente, donde nace la Luz.

32.

¿A quién quisiste que triunfara sobre ti?
¿A quien te dice, como yo, que tu historia es efímera
y tu mundo también, a quien te dice:
«Tu cáncer
como todo se acaba»,
tu caos en algún punto
engendrará su orden y el orden engendra el caos?
¿A quién quisiste que triunfara sobre tí,
a quien te dijo: «Nosotros», o a quien priorizó el Yo
y siempre Yo, tú dividido en Yo, tú sin Unidad en Mí?

¿Quién te sacó de la moderación que he amado en ti?
¿Quién el que dice que auto-restringirse es
que me olvides y desobedezcas cuando te digo:
«Basta»; quién te dio el puñal con que piensas
en herir y matar la gangrena con tus manos?
¿Quién que te pide que des puños a la pared
y coces al aguijón? ... y todo por un poquito de dolor
que no resistes, por quedar, por viejos hábitos,
creyéndote el más fuerte, tu propio redentor?

Tú, espectro de redentor de mundo,
socialista y anárquico,
bondadoso en camisa de once varas
y harapos de chepecherepe, apréndelo ya:
El orden de tu mundo engendra el caos;
pero mi Dolor de Caos es parto del Orden
y mi Nosotros es Humanidad Nueva,
porque doy la Estrella para que vengas a Oriente
y la pongo en el Norte para que sea tu triunfo
y te doy la Rosa Blanca de mi beso
para que estés a salvo de las cadenas de Ayin.
Te doy la Tormenta, pero, en el centro te pongo,
donde el ojo del huracán es calma y refugio seguro.

Cuando ya estés conmigo comprenderas
que sin la Muerte no puede haber
nada nuevo en el mundo.

Comprenderás que yo soy la Verdadera
Boca de Peh y que con mi boca condeno
las ciudades, tiro las torres del error y la injusticia
en tu mundo de arcilla, en tu morral de polvo.

Al fuerte pongo la Corona, tú aún eres cobarde
(por un dolor de muelas), menosprecias
el relámpago de vida que se metió
en tu cuerpo, tu cuerpo Amigo,
tu cuerpo que necesita de Nosotros.

33. La Amada y el Pozo

Tzaddi, meditador mío, poeta
de la Torre y las prisiones, pescador
en la Psiquis de mis ángeles mutilados
y cautivos, vuelve al Pozo.
Me verás Desnuda y ninguna hembra será
más hermosa ante tus ojos.
Sobre tu tierra-mundo-prisión-torre
de orgullo, caos, lujuria, intemperancia,
derramo mi jarra de misericordia.

Queda de tí que aceptes mis consuelos.
En la tierra de tu sedienta consciencia
vacío mi jarra y te digo: el poder de la Vida
está ocho veces derramado, el poder de la Vida
brilla en el Cielo y es una estrella de guía
que te doy para cuando vengas a mi portal
de Oriente, a mi útero unitario, y seas conmigo
la voluntad del Nosotros, en Amor Puro,
tú, acostado sobre un pétalo, o loto, de mi rosa blanca;
tú, llamándome Isis, hermana,
llamándome, Esposa mía, Delicia unitaria
de Nuestra Carne y Espíritu.

Por de pronto: Bebe. Que no traiga yo
jarras de agua en vano.
Tzaddi Carlos, sediento meditador,
poeta al que dí un Anzuelo para que fuese
el pescador en mis aguas, un jarro
también derramo en el Pozo de tu subconciencia.
Bebe ahí, bebe antes de que seas digno
de mi beso, porque tu boca está seca
y tus labios amargos.

En la región del Mediodía, en el árbol del Sur,
te dí mi nombre para que me invoques,
lo grabé en madera dura, con mis ojos
porque son ojos que penetran en cortezas
y escriben en verdadero fuego.
Te dije: Soy la Mujer desnuda, la Deseada,
la misma que Afrodita vivificó con aliento
para que Pigmalión fuese feliz.
Yo no doy cuerpos de mármol, poeta.
Yo no fundo pueblos que sean la Torre
de alguna prisión; yo no trafico con el miedo
ni la duda. Ni la desilusión. Yo no soy
espejismo. Ni Maya. Ni capricho.
Soy el Amor puro que se toca,
que biologiza, que perdura, que domina
la Nada... Mira cómo llego a tí,
desnuda para que veas la Hermosura
que promete la Vida; y la veas con esos ojos,
cegatones y dañados, que no te dí yo.

Con dos jarros de agua, vengo
porque uno es para el Pozo de tus arquetipos
y otro para la Tierra, tu espacio biológico,
tus círculos concéntricos en los cinco arroyuelos
de tus sentidos. Y tu Racionalidad de bestia.

34.

Para que creas que la Vida es buena,
que está llena de sorpresas
y horizontes de dicha, Nosotros,
cuando quieras, desde hoy,
confiemos el uno en el otro.

Te propongo que vengas conmigo.
Seamos viajeros tan pronto mi rosa blanca
la tengas en tus manos; deja
tu morral de fuego; no recaudes nada.
No almacenes. No apiles.
Vendrá la espada de Zaín,
el Amante que separa
sin reciclajes.

Olvida viejos hábitos. Renueva.
Busca la Alborada y que muera
el Hombre Arcaico con la raíz
de su amargor y hedor proscrito.

Voy a darte un hatillo con oro verdadero,
no memorias de polvo. Oro verdadero
y copas también de oro
para que bebas de mi alegría
y espadas cortantes te daré
que te sirvan para el viaje, tu lucha,
porque tus espadas humanas
son mochas calamidades, libros de guerra,
memoriales de libertades tracionadas,
proclamas de condenas, elegíacas
loas a la heterodoxia y la herejía.

Ni para desbrujar un helecho
te sirven tus armas.
No se haría ni un cuchillo de palo
con tu daga que combate la protervia.
Lo Malo. El abrojo con sus enredaderas.

No, no... Carlos, permíteme la generosidad
sin condiciones; en el hatillo, mete
herramientas valederas para la trayectoria
[rumbo a la cima del Hombre Nuevo].
Toma mis bastos y mis vastedades.
mis senos cósmicos, causa sin causa
de alimento; mi Sol, que es padre mutuo,
hermano mío, ténlo para tu lumbre.
Alójate en mi capa y que nos revuelque
el Gran Viento, Anciano de los Días,
como al bordillo de mis faldas.
Espíame íntimamente.
Soy tuya, en plenitud y pura,
y no te pongo tachas.
Te quiero.

Házme el honor. Cobíjate,
encímate y palpa aquí, placer mutuo.
Que mis muslos sean como pétalos
que se arquéen, tersos para tí,
que te ofrezcan el compás y una vara
y tu coxis y mi vulva, mina franca,
y tú, visitante en el útero oculto, prohijando,
pariéndote conmigo para que el Porvernir
sea hoy y el ayer, olvido.

Deléitate porque mis muslos
forman sus mundos y sus ángulos,
cuando una pierna pongo
sobre los mares y otra sobre
las peñas sólidas en tierra.

35.

El tiempo es un artificio.
No lo tomes en serio. No seas esclavo
de él. Conmigo te hermanas
a la Eternidad y mi cinturón es un adorno
que me dieron en los Tiempos del Zodíaco,
hermanas de otras estrellas que un día
te haré conocer cuando acabe de sonar
el Tambor de Nataraja. Tú ven a bailar conmigo.
Yo me llevo a los locos que con el Cosmos
sueñan y reorientan sus vidas.
Tú eres uno de ellos. Nosotros
es tu Yo reconstruído; yo deshago
el tiempo para que veas al Padre
(que sin Tiempo nos ama desde lo más remoto
de las Eternidades, donde lo Atemporal
se vuelve absoluto y lo personal,
útero de lo abstracto)...

No, no, Carlos. Deja tu perro en casa.
Ahora la Zorra con olfato soy yo,
tú y yo, somos el Nosotros zorruno,
con que sueñas, intuyes, dilucidas.

Antes yo te miraba desde arriba
con los ojos de un águila; tú me invocabas
en los raseros del monte, con tu zorra
a un lado, pero yo soy la Verdad de la Zorra.
Tu perro era un simple animalejo.
No un Cerbero.

Yo puedo dormir en lo alto del árbol
del Sur, en lugares del Mediodía
y quedar con un ojo abierto,
viéndolo todo, cuidándote;
yo puedo alojarme en tu morral
y ser blanda como una almohada
para que no se duela tu oído;
tú puedes hacerme hembra y yo seré
la piel que amas. Te doy la falda
y la capa de tréboles, te doy mi cabellera.
Cuando te acoja sobre mis muslos abiertos
te diré: «Amame, zorro». Bebe de mí el agua.
Besa mis dos senos. Son como la Jarra
que derramé en el Pozo de tu mente oculta.
Me placerá el derrame en tu cuerpo.

En las noches, vaciaré otra jarra.
Mojaré tus escrotas, hincharé tus gónadas.
Te seré tálamo y ofrenda; Nosotros
sabemos que el placer es mutuo,
porque Isis es hembra y su amante
es el hermano, más que amigo,
el cuerpo nuevo: Nosotros.


De Indice / El Libro de la amistad y el amor
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