Wednesday, February 04, 2009
58. Para que camines conmigo
Para que camines conmigo,
hoy que comienzas la senda de la amistad,
sé sincero en tu corazón, quiéreme bien
donde guardas la verdad,
sincero en voluntad y en acción.
Crece conmigo y te conduzco
a mí con amor, abriré para tí
las puertas de la misericordia,
el deseo de mi dar, te ofreceré
de mi ser, sin pedir otra cosa
que tu compañía; para que camines
conmigo, pón en tu paso sensatez,
seriedad, ánimos de tu plenitud.
Juntos vamos y yo te descansaré.
Crece junto a mí, recíbeme.
Nada que no esté en tu potencial
te pido: Sinceridad, humildad,
empatía, que quieras recibir
lo que yo doy: Amor, Ashavá.
59.
... pero sólo quien tiene fe,
no es impaciente, y se detiene
y deja el camino y quita de mí su alegría
y a su tristeza la embolsa en el hatillo
y mis copas convierte en monedas
y las vende por un mendrugo.
El amigo me llama Fe simple,
emuná peshutá y me llama Madre
de su alegría y a su paso,
uno con el mío, Nosotros en Ijud,
unificación; conmigo es una sola carne,
conmigo es un sendero, una meta,
un fin... pero sólo el que tiene fe
y en la serenidad se goza
porque yo despierto su cerebro oculto
y le doy los motivos inefables de la Voluntad.
... pero sólo el que tiene fe y su fe anula
el ego de la separación y su fe es simple
como la del niño que se deja guiar
con un placer oculto que lo hace sonreir
y dar su corazón. Bendito ha sido
quien es así y en su corazón
anidó el secreto de la Temimut,
el don de la sinceridad.
60.
De los poderes del alma
(por el cual te elegí, hijo de Abram,
retoño de Amistad, en la casa inmanente
del Ser), ninguno es más obvio
en tí que la energía de la palabra
y cómo temes lo que la Hashem
da con ella y lo que quita
porque la palabra es el aliento
de toda raíz, la solidez de la obra
y la creación; todas las cosas que se ven
y las que no se ven, palabras han sido.
Todo lo que tocas, palabra fue,
todo lo que ignoras, por la palabra
ha de ser sacado a la luz.
Por eso, sé sincero porque la palabra
que condena es temible;
la palabra que no ha sido lavada
pudre más que las llagas;
la palabra sin fe es venenosa
y se vuelve capricho y el capricho
duele, se agiganta, enloquece.
De los poderes del alma,
me gusta tu silencio que teme
a la palabra que se dio,
tu silencio de fe
porque la palabra excelsa sobrecoge
y la palabra de castigo dobla las rodillas
del valiente, desarma, desnuda
y es la espada más destructora
que la Tierra conoce y el universo entero.
61. La hija del sacerdote
Llama a tu Alma, Hija de Rey-Sacerdote.
Cuando tu Alma fluya como manantial
de aguas vivientes, llámala Moja Stimá,
Cerebro Oculto, y goza del placer
de decirlas. Dímelas en la esfera de la Madre
porque yo te doy alimento. Mis palabras
son la atracción de las tuyas, yo abro
la peña para que fluya tu voz.
Abro tu boca, te alimento.
En el camino, verás el poder mutuo
de dos almas, la tuya y la mía,
abriéndose al flujo contínuo
del Padre, Bitul haiesh.
Llama a tu alma tu autoanulación.
Verás a Ijud, el que nos unifica,
nos hermana, nos vuelve a juntar
desde la sola carne de la Amistad
y el Nosotros. Háblame
con el Alma, porque en el alma
está en el sacerdocio
de los Grandes Amantes
y sus padres, los dioses.
62.
Ninguna obra es más hermosa
que un diálogo de fe, Carlos.
Tú hablarás estas cosas conmigo
cuando el Cerebro Oculto sea sobrecogido
por lo Excelso y comprendas el Viaje
hacia Ijud, en el rumbo de Oriente
que iniciaste hoy. Toma la rosa blanca
y huele todos sus pétalos.
Esta noche conocerás la verdadera alegría.
El alma te dirá su nombre
y mira que yo sé, desde antiguo,
el nombre de tu alma. Dejaré
que ella te lo diga; descúbrelo tú
aunque sé que tu alma y la mía
será una, cuando lleguemos a Ijud,
la tierra de la Unificación,
donde no hay tú ni hay yo.
Sólo Nosotros.
63.
Acuéstate sobre mi capa, viajero.
Sobre mi falda de tréboles y frutos,
haz tu lecho; sobre mis senos
descansa tu cabeza; te frotaré
los pies, si estás cansado.
Con aguas de Taanug, manantial
donde mis Jarras lleno, te lavaré.
Con mi pelo secaré tus plantas.
Con mis mejillas, quitaré la humedad
de tu rostro y, si lloraras, evaporo
tus lágrimas. Con besos consolaré
tus párpados; yo sé que estás cansado.
El viaje es largo, en apariencia.
Confía en tu fe, sostén tu sinceridad
y el camino será breve, sensato,
serio, lleno de plenitud.
64. La estrella de la meditación
Tuve el sueño más extraño de mi vida,
Muerte. Soñé que yo era un viajero
en rumbo hacia el Oriente
y conmigo, socorriéndome de cada
tiniebla y serpiente del camino,
iba una Estrella. Y su luz era
tan consoladora que pensé
que mi mundo, en Occidente,
es menos denso y severo
que lo había pensado.
Me habría aprovechado de esa luz
para dar paso atrás y suspender el viaje;
pero la Estrella me dejó meditabundo
y en un mood extramundano.
No siempre una estrella parpadea
para tus ojos; no siempre es titilante
al grado que te habla del futuro
y dice: «El dolor ya no existe.
El miedo ha muerto.
La desesperación agoniza».
Soñé que la esperanza es sólo
el inicio del comienzo
y la Luz es el fundamento
de cualquier universo.
Por verla nuevamente, quiero caminar
por donde la ví guiarme,
quiero andar hacia el Oriente
y descubrir si de veras soy un viajero
y en mi hatillo hay un ave que habla
y duerme con un ojo abierto.
65. No soñaste
¿Qué tal si te dijera que no soñaste?
Que la estrella con la meditación
la agigantas; nunca hubo en estos días
un cielo más oscuro en Occidente.
Tú no dormíste, en realidad.
Pero dejaste de pensar en las guerras.
Olvidaste las deudas, los ajoros,
los cobros, las cuentas,
la recua de ambiciones y fracasos.
Nunca te ví en Maljut tan tranquilo
y tan despierto, pensando en humildad
tu pequeñez ante el cosmos;
pero yo ví la Estrella
y la llamé Tzadik Emet,
potencial interior de tu alma.
Ahora pide un deseo porque la estrella
está dentro de tí, humildemente
en sombras, pero más cercana
que lo que jamás podrá sentir alguna
que te ofrezca la plenitud de sus brillos.
Pide un deseo. Medítalo al paso
de camino, aunque no me veas
yo voy contigo, y soy el ibis
en el hatillo, y sol Isis
sentada en la estrella inspiradora,
la estrella de tu Alma.
66.
No comprendo qué me pasa,
Muerte; yo me llevé un morral lleno
de recuerdos, mi cartera vieja,
mis identificaciones, la foto de mi hija
y de mi madre, la dirección
de algún referente imprescindible
y no hallé nada; ahora no sé si mi alma
tiene un nombre; no sé si lo que traigo
es mío; pero nadie me ha robado
ni yo he robado a nadie.
No comprendo qué me pasa
que soy más fuerte y mis pies
están duros y limpios;
no sé si es parte de la Muerte
cuando te va llevando
que camines y no sientas cansancio,
que quieras viejos recuerdos
y no tengas siquiera un nombre
en tu memoria de tu alma.
67. La Rosa Blanca
Si supieras, Muerte, si supieras,
conmigo llevo una flor.
Es una rosa blanca y no se marchita
y ha estado en mi morral por días.
Si me adelantan una sola flor
porque mi funeral está cerca,
o si acaso, es que moriré en el desierto,
ya soy feliz; alguien pudo querererme
y no me olvida. Donde quiera que quede
mi cadáver, tengo una rosa
(la más blanca, lozana y pura flor
la que visto, tanto que la pongo
sobre mi pecho, olfatándola
y su aroma me llena de dulzura)
como si fuese un ángel femenino.
68.
Anoche soñé de nuevo.
Me abandoné a mí mismo
sobre una tierra llana y se hizo noche
de Luna y pensé que había muerto.
(¿Es la muerte este peregrinar?
y si lo es, ¿por qué no duele?
¿por qué no temo a castigos?)
Al contrario, no me arrepiento de estar
en este trance; ya veo cosas
que no son impulsos de vanidad y osadía.
A más veo, se rectifica el mundo
(¿será que la muerte es más perfecta
que la vida; será que a la vida
sólo la muerte la explica?)
¿Será que sólo sueñan realmente
los muertos? ... no digo que el cansacio
me tiene conturbado, sensitivo,
expectante; soñé, por decir algo,
contigo, Dama Blanca, y que me díste
la rosa. Lo confirmo. La rosa es blanca
y la puse en una copa de oro.
Tengo otras copas, por si viene otro amigo
del mundo de los muertos o el mundo
de los vivos; tengo una vara, Muerte,
y en ello cuelgo un hatillo y, si detengo
el viaje, me siento en un peñasco liso,
y a mis pies, escribo con la punta
de la vara, a ver que sale...
ahora ni las palabras de ayer
tienen sentido; cuando traté de darme
el nombre que olvidé, el nombre
de mi mundo, la vara escribió
e interrumpió mi pulso,
yo pelié con la vara como Jacob
con Peniel, en el desierto.
Voy a decirte, Muerte, cómo
se llama mi Alma. Coteja cuando pases
lista con el Libro de los Muertos.
Su nombre es Simjá: Alegría.
69. La Muerte y la Nada
Carlos, no hables más a la Nada
y la Nada es la muerte, el supremo soliloquio
de los hombres mortales. Ya sabes
mi nombre y el tuyo; ya sabes el nombre
del Nosotros; ya no hay Dama Blanca
ni Dama Oscura; ya sabes la primera Emet,
la primera Verdad del Hacer,
el primer potencial del Decreto.
Yo te dí la rosa blanca,
yo entré a tu Pozo subconciente
para enseñarte la Zorra verdadera
del olfato agudo y para darte el Ojo
con que el Viviente Jai nos observa,
nos vincula y nos ata en shiflut
que es servicio en humildad.
Abre el hatillo que te dí.
Brindemos con la copa de oro
el vino de Emet, ¿no te hizo la vara
escribir ese sagrado nombre?
Emet es la verdad
y con vino de verdad compartiremos
la alegría de encontrarnos.
Abre el hatillo, Carlos,
porque por última vez tendrás
ese nombre para tu alma.
Se llama igual que yo, Simjá.
Que te arome la rosa blanca
del Kyrós, que se abran tus ojos
de contentamiento porque la soledad
ha muerto y la muerte del mundo
se hirió con su propio aguijón.
Diríjete a mí, voy a salir de tu Pozo.
Llenaré tu pupila con mi imagen.
No vas a ver un fantasma.
No soy la Dama Blanca
ni la Dama Oscura ni la Muerte.
Soy Tu Amiga, la primera amiga
que has de conocer de carne y hueso,
la que es tu placer oculto
del cerebro oculto,
quien desde el astral materializa
todo lo que es y todo lo que necesitas,
la que nace de la Abundancia
del Poder de Ser.
Indice: El libro de la amistad y el amor
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