Tuesday, February 03, 2009

33. La Amada y el Pozo


33. La Amada y el Pozo

Tzaddi, meditador mío, poeta
de la Torre y las prisiones, pescador
en la Psiquis de mis ángeles mutilados
y cautivos, vuelve al Pozo.
Me verás Desnuda y ninguna hembra será
más hermosa ante tus ojos.
Sobre tu tierra-mundo-prisión-torre
de orgullo, caos, lujuria, intemperancia,
derramo mi jarra de misericordia.

Queda de tí que aceptes mis consuelos.
En la tierra de tu sedienta consciencia
vacío mi jarra y te digo: el poder de la Vida
está ocho veces derramado, el poder de la Vida
brilla en el Cielo y es una estrella de guía
que te doy para cuando vengas a mi portal
de Oriente, a mi útero unitario, y seas conmigo
la voluntad del Nosotros, en Amor Puro,
tú, acostado sobre un pétalo, o loto, de mi rosa blanca;
tú, llamándome Isis, hermana,
llamándome, Esposa mía, Delicia unitaria
de Nuestra Carne y Espíritu.

Por de pronto: Bebe. Que no traiga yo
jarras de agua en vano.
Tzaddi Carlos, sediento meditador,
poeta al que dí un Anzuelo para que fuese
el pescador en mis aguas, un jarro
también derramo en el Pozo de tu subconciencia.
Bebe ahí, bebe antes de que seas digno
de mi beso, porque tu boca está seca
y tus labios amargos.

En la región del Mediodía, en el árbol del Sur,
te dí mi nombre para que me invoques,
lo grabé en madera dura, con mis ojos
porque son ojos que penetran en cortezas
y escriben en verdadero fuego.
Te dije: Soy la Mujer desnuda, la Deseada,
la misma que Afrodita vivificó con aliento
para que Pigmalión fuese feliz.
Yo no doy cuerpos de mármol, poeta.
Yo no fundo pueblos que sean la Torre
de alguna prisión; yo no trafico con el miedo
ni la duda. Ni la desilusión. Yo no soy
espejismo. Ni Maya. Ni capricho.
Soy el Amor puro que se toca,
que biologiza, que perdura, que domina
la Nada... Mira cómo llego a tí,
desnuda para que veas la Hermosura
que promete la Vida; y la veas con esos ojos,
cegatones y dañados, que no te dí yo.

Con dos jarros de agua, vengo
porque uno es para el Pozo de tus arquetipos
y otro para la Tierra, tu espacio biológico,
tus círculos concéntricos en los cinco arroyuelos
de tus sentidos. Y tu Racionalidad de bestia.

34.

Para que creas que la Vida es buena,
que está llena de sorpresas
y horizontes de dicha, Nosotros,
cuando quieras, desde hoy,
confiemos el uno en el otro.

Te propongo que vengas conmigo.
Seamos viajeros tan pronto mi rosa blanca
la tengas en tus manos; deja
tu morral de fuego; no recaudes nada.
No almacenes. No apiles.
Vendrá la espada de Zaín,
el Amante que separa
sin reciclajes.

Olvida viejos hábitos. Renueva.
Busca la Alborada y que muera
el Hombre Arcaico con la raíz
de su amargor y hedor proscrito.

Voy a darte un hatillo con oro verdadero,
no memorias de polvo. Oro verdadero
y copas también de oro
para que bebas de mi alegría
y espadas cortantes te daré
que te sirvan para el viaje, tu lucha,
porque tus espadas humanas
son mochas calamidades, libros de guerra,
memoriales de libertades tracionadas,
proclamas de condenas, elegíacas
loas a la heterodoxia y la herejía.

Ni para desbrujar un helecho
te sirven tus armas.
No se haría ni un cuchillo de palo
con tu daga que combate la protervia.
Lo Malo. El abrojo con sus enredaderas.

No, no... Carlos, permíteme la generosidad
sin condiciones; en el hatillo, mete
herramientas valederas para la trayectoria
[rumbo a la cima del Hombre Nuevo].
Toma mis bastos y mis vastedades.
mis senos cósmicos, causa sin causa
de alimento; mi Sol, que es padre mutuo,
hermano mío, ténlo para tu lumbre.
Alójate en mi capa y que nos revuelque
el Gran Viento, Anciano de los Días,
como al bordillo de mis faldas.
Espíame íntimamente.
Soy tuya, en plenitud y pura,
y no te pongo tachas.
Te quiero.

Házme el honor. Cobíjate,
encímate y palpa aquí, placer mutuo.
Que mis muslos sean como pétalos
que se arquéen, tersos para tí,
que te ofrezcan el compás y una vara
y tu coxis y mi vulva, mina franca,
y tú, visitante en el útero oculto, prohijando,
pariéndote conmigo para que el Porvernir
sea hoy y el ayer, olvido.

Deléitate porque mis muslos
forman sus mundos y sus ángulos,
cuando una pierna pongo
sobre los mares y otra sobre
las peñas sólidas en tierra.

De Indice / El Libro de la amistad y el amor

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