Wednesday, February 11, 2009

El grandísimo amigo


Dicho objetivamente, la multitud neurótica
es mi rival. Lo juzga así, no hay otro modo.
No soy yo quien apoyo tal juicio; doy
mi simpatía, toda la que puedo.
Quiero el mundo.

El problema es que no soy
como el grandísimo amigo que me juzga.
No es que prefiera ser privado y poco sea
mi tiempo para el mundo. Es que él no consiente
a todo lo que me place, a lo poco que me lamento;
pero me exije todo y sin chistar, lo que propone.

Para la multitud, no doy lo máximo.
No doy siquira la talla. Y me atrevo a decirlo,
la multitud es neurótica. No yo.
¡Qué jactancia la mía, por así creerlo
y sentir que es honesto!

Y uno sólo, uno que me declare
sospechoso, distinto, no-confiable, repulsivo,
bastará para que el vecindario lo sepa
y saque su enorme bandera de recelo, su magia
y su ocultismo, su hermetismo de muerte.

Este no es como EL GRANDISIMO AMIGO.
Este nos culpa de compulsión al consumo.
Este defiende el medio-ambiente.
Defiende el río y la montaña.
Habla contra las contaminaciones y patologías.
Este reprende. No quiere, en el fondo,
la alegría. Este no es.

La multitud se entusiasma con el nuevo modelo:
La dicha consumista. El éxtasis hedónico
que da su economía cada vez que chupa en los ahorros
y deja la sensación de cierto hartazgo,
pero, Carlos, hartazgo sí, sin la mínima culpa.
No seas, Carlos, quisquilloso, hiperprudente.

No doy esa talla.
Los neuróticos viven del alarde y la prisa
de sustituir lo uno por lo otro.

2.

Pero yo soy más lento y más pobre.
No necesito un reloj ni una cadena.
No compro nada, no vendo. No soy
como es el otro: EL GRANDISIMO AMIGO.
Soy, si acaso, quien traiciono
la ciudad. Has de ser, hombre de campo.
O un extraterrestre. UFO. OVNI.
Sospechan que soy algo solitario.

Toda silla me da igual que un taburete.
No recuerdo ni la marca ni el modelo de mi propio auto.
De un aparato doméstico sólo conozco que funciona,
me ha servido por años. Mucho que me falta
para ser, como ellos, GRANDISIMO AMIGO.

Alguien ha dicho que estoy contra el progreso
y que no sé ni putas sobre las novedades.
Otro comenta a sorda voz que el germen
es mi egoísmo, que no soy generoso.
No puedo ser confiable. ¡Tremendo chasco!

En el centro del poder, como estrella mayor
del nuevo cielo, mis vecinos distinguen
al Grandísimo Amigo, el Marketing.

Este visita sus calles favoritas,
se mantiene en contacto. El es todo cuarteles,
super-recursivo y no olvida la radio.
El revisa los canales; tiene más fe
en la pantalla chica que en todos los periódicos.

Cada segundo cuenta. No es como yo,
sin agenda y tan desmemoriado. Aprende,
se me dice, sé como EL GRANDISIMO AMIGO.
El parece que sabe de todo. Tú debes conocerlo
y hacer con él, un círculo.

3.

Conversa el temario entero de las cineproducciones.
Se pasea entre maniquíes que llama lo atrayente
y entre horrores de simulacro que llama novedosos.

En las casa televisivas, tertulia con los sabios
(asegura que tienen la verdad porque tienen ya la forma
del mensaje y la convicción que se produce
te la regala el auditorio, si llenas sus ojos
con montaje y drama y fondos sonoros y consignas).

En las redes de medios electrónicos, el Gran Amigo
opina sobre todo, se sienta con los GRANDES
y cada noche, según confiesa, pisa rojas alfombras
y no se pierde un coctel. El paga el precio.

A la multitud neurótica le insinuaron
que mi arcaica mentalidad sigue aferrada
a la idea de que existe lo ideológico.
(Puede que signifique que justifico
la noción de la lucha de clases: el marxismo lo nutre).

Para elegir sus líderes, sus héroes deseados
y organizadores, entre la multitud, cada figura carismática,
es asociada a una imagen; ésta que sea la verdad,
la realidad y la relevancia, no lo ideológico.

El mundo ya no quiere intimidades.
Ni personalidades. Ni historias del pasado.
Ni idealismo. La fe no sirve.
El futuro es incierto. La tecnología es lo más seguro
que maneja el hombre por el bien de sus sociedades.

El mundo habló. Quiere hedonismo. Entretenimiento.
Cada minuto cuenta cuando vivir es un acto inmediato
y el presente lo determina todo.
Despreocúpate de si hay justicia o injusticia.
Libérate, vecino. Dáte el lujo de energizar el cuerpo.
Ríete a gusto de pájaros de colores
y disfruta de la pluralidad de tus opciones.
Entramos al siglo XX1
.

03-17-1998 /
Indice: El libro de la amistad y el amor

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