Dedicado a G. Lessing
Tal como él los vio: los sitiadores aqueos
son los mismos dragones que saltan
desde el oceánico poder de la neurosis
y se comen al ser, al ente vivo.
Que no haya revelación a las naciones
ni educación del ego individuante.
La iniciativa del ser por su consciencia
que se quede en lo profundo de las aguas,
en el vientre del mar ya custodiada
por los navegantes de la Nada.
Tal como Laocoonte sostuvo: La treta audaz
con que engañan los que huyen a la vida
(lo mismo que a la Muerte) es decir Sí y decir No
al mismo tiempo, en discurso circular,
que la Nada comunica, el a priori
de los sin sentidos.
Un dios hay que no sabe qué hacer, o tiene miedo,
o rabia. O echa marometas, surtido de paradojas,
pues no sabe si ser bueno o ser perverso.
Tal como el sacerdote / poeta / el hacedor
del paradigma humano, que admite la búsqueda de mujer,
Antiopa, hijos, su pueblo, desafiando a los dioses,
tal como Laocoonte presupuso, en Troya pudo serlo.
El romperá lo Incomensurable del sofisma, el En-Sí,
el canon de las hordas, al mirar más allá de las narices.
2.
Los violentos son recursivos
a las puertas de Ilión y los troyanos,
crédulos, víctimas de lo pretendidamente
claro y evidente del Engaño.
Ciegos son para no ver la retirada falsa del aqueo,
el Caballo de Palo de sus concupiscencias,
sordos para evadir el ruido de la guerra,
relinchos enemigos sobre ruedas.
El sí predijo la traición. Avanza
contra la Ciudad. Viene con máscaras.
La ciudad: ilusoria resistencia equina
y la madera paradójica, hecatombe irremisible.
Por eso lanzó palos en llamas contra el monstruo
y el Caballo fue más que apariencia y sacrilegio.
Se edificó por el silencio
que no soporta ya sus emociones y los miedos
que lo cargan sobre ruedas como vientre
repleto de rivales ocultos, como potro sin heno
que comerá los contenidos significativos y más finos
del discurso: el comunicar concreto, el sentido común,
la voluntad del pueblo.
Laocoonte bajó del templo sin la propuesta cósmica;
en soledad será el único guerrero.
3.
Peleará por la especificidad de su Troya invadida
por caprichos deificados (Febos que vuelan en la Nada),
Timbreos apolíneos y tiranos con la forma de serpientes.
Lo supuso: han de matar al hombre y condenarlo,
asfixiarlo con las temidas fuerzas del Abismo.
Que te trague la Casa en el Espejo
y una mujer se pierda en el Quién
de soñarreras, en los ensueños.
Bajarán los insectos al Jardín de Flores vivas
y en Juego de Ajedrez se verá la derrota
del Sueño Americano.
¡Que arda Troya,
que salgan las culebras de venganza!
Porce y Chamboea ya se perviven.
El objeto del gusto entretuvo
a muertas generaciones de Laocoonte.
4.
Que el lenguaje de Apolo, tan ambiguo
nos conviene, me dijeron los custodios del Secreto.
Se resume en un Ser de atributos ideales
que impera y guarda el silencio de las cosas,
el «Aguántate, pón los hígados».
Será más tarde o más «a priori» que vendrán
los mundos idílicos, al fin por la venganza
olímpico-cósmica-trascendente
(hay dioses que no quieren que los entes revienten
y la carga emocional del sentido se abra por ahora,
se penetre in facto, que el himen de las vírgenes
al pie de los altares se preserve ad infinitum)
so pena de que venga ese asesino cósmico,
caprichoso, imponderable
y se ufane por mandar las serpientes
de los mares y asfixias a sus sacerdotes.
So pena que a sus hijos en las playas troyanas
los muerda un aguijón con ponzoña
de avatares extratemporales.
Avanzan sucesivamente los corceles de la ira
y la Ciudad del falismo equino, con lanzas
y adarbas en el vientre; avanzan,
ciertamente, por arcaicas faunalias
cuando el hombre es calmo.
O triste y honesto. O tonto.
5.
Aqueos que son los artilugios
de ayer y hoy
son suplidores de falsa autonomía...
el Yo falso,
y en ficción desmedida aún elaboran
el obús, catapultas, dagas.
Con armamento y tribalismo
se perfecciona su creciente alegoría,
su magia audaz de hitos, desfigurantes,
en vías de percepciones subjetivas,
más mentiras, más mitos, más injurias:
filosofemas.
Aqueos, retrógrados, armados del paisaje
bueno o malo de realidades empíricas,
te clavan, te sangran, te abandonan;
así culminan su fetichismo pragmático, inconsecuente,
su estética de marras, apremios con puñales.
Son asaltantes que hablan de ternura,
sin embargo,
aqueos / aquellos son, adornados
del objeto del gusto, objeto internalizado,
proceso depredatorio
que a la víctima ultima,
para que se aplauda
el simulacro resultante, la victoria,
la satisfacción criminal de haberla completado
con la miseria del en-sí, con el rico purismo del No.
Del libro Estéticas mostrencas y vitales
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