Tuesday, February 03, 2009
Frags. 34 / 35. / La enamorada en Daleth
34.
Para que creas que la Vida es buena,
que está llena de sorpresas
y horizontes de dicha, Nosotros,
cuando quieras, desde hoy,
confiemos el uno en el otro.
Te propongo que vengas conmigo.
Seamos viajeros tan pronto mi rosa blanca
la tengas en tus manos; deja
tu morral de fuego; no recaudes nada.
No almacenes. No apiles.
Vendrá la espada de Zaín,
el Amante que separa
sin reciclajes.
Olvida viejos hábitos. Renueva.
Busca la Alborada y que muera
el Hombre Arcaico con la raíz
de su amargor y hedor proscrito.
Voy a darte un hatillo con oro verdadero,
no memorias de polvo. Oro verdadero
y copas también de oro
para que bebas de mi alegría
y espadas cortantes te daré
que te sirvan para el viaje, tu lucha,
porque tus espadas humanas
son mochas calamidades, libros de guerra,
memoriales de libertades tracionadas,
proclamas de condenas, elegíacas
loas a la heterodoxia y la herejía.
Ni para desbrujar un helecho
te sirven tus armas.
No se haría ni un cuchillo de palo
con tu daga que combate la protervia.
Lo Malo. El abrojo con sus enredaderas.
No, no... Carlos, permíteme la generosidad
sin condiciones; en el hatillo, mete
herramientas valederas para la trayectoria
[rumbo a la cima del Hombre Nuevo].
Toma mis bastos y mis vastedades.
mis senos cósmicos, causa sin causa
de alimento; mi Sol, que es padre mutuo,
hermano mío, ténlo para tu lumbre.
Alójate en mi capa y que nos revuelque
el Gran Viento, Anciano de los Días,
como al bordillo de mis faldas.
Espíame íntimamente.
Soy tuya, en plenitud y pura,
y no te pongo tachas.
Te quiero.
Házme el honor. Cobíjate,
encímate y palpa aquí, placer mutuo.
Que mis muslos sean como pétalos
que se arquéen, tersos para tí,
que te ofrezcan el compás y una vara
y tu coxis y mi vulva, mina franca,
y tú, visitante en el útero oculto, prohijando,
pariéndote conmigo para que el Porvernir
sea hoy y el ayer, olvido.
Deléitate porque mis muslos
forman sus mundos y sus ángulos,
cuando una pierna pongo
sobre los mares y otra sobre
las peñas sólidas en tierra.
35.
El tiempo es un artificio.
No lo tomes en serio. No seas esclavo
de él. Conmigo te hermanas
a la Eternidad y mi cinturón es un adorno
que me dieron en los Tiempos del Zodíaco,
hermanas de otras estrellas que un día
te haré conocer cuando acabe de sonar
el Tambor de Nataraja. Tú ven a bailar conmigo.
Yo me llevo a los locos que con el Cosmos
sueñan y reorientan sus vidas.
Tú eres uno de ellos. Nosotros
es tu Yo reconstruído; yo deshago
el tiempo para que veas al Padre
(que sin Tiempo nos ama desde lo más remoto
de las Eternidades, donde lo Atemporal
se vuelve absoluto y lo personal,
útero de lo abstracto)...
No, no, Carlos. Deja tu perro en casa.
Ahora la Zorra con olfato soy yo,
tú y yo, somos el Nosotros zorruno,
con que sueñas, intuyes, dilucidas.
Antes yo te miraba desde arriba
con los ojos de un águila; tú me invocabas
en los raseros del monte, con tu zorra
a un lado, pero yo soy la Verdad de la Zorra.
Tu perro era un simple animalejo.
No un Cerbero.
Yo puedo dormir en lo alto del árbol
del Sur, en lugares del Mediodía
y quedar con un ojo abierto,
viéndolo todo, cuidándote;
yo puedo alojarme en tu morral
y ser blanda como una almohada
para que no se duela tu oído;
tú puedes hacerme hembra y yo seré
la piel que amas. Te doy la falda
y la capa de tréboles, te doy mi cabellera.
Cuando te acoja sobre mis muslos abiertos
te diré: «Amame, zorro». Bebe de mí el agua.
Besa mis dos senos. Son como la Jarra
que derramé en el Pozo de tu mente oculta.
Me placerá el derrame en tu cuerpo.
En las noches, vaciaré otra jarra.
Mojaré tus escrotas, hincharé tus gónadas.
Te seré tálamo y ofrenda; Nosotros
sabemos que el placer es mutuo,
porque Isis es hembra y su amante
es el hermano, más que amigo,
el cuerpo nuevo: Nosotros.
El libro de la amistad y el amor
36. La enamorada en Daleth
Sísifo no es tan afortunado como tú.
Tú intuyes la promesa. Cantas como un loco
a la Luna, oyes la Zorra que, desde tu alma,
aúlla su canción canina de esperanza.
Te observé, hijo de Mem, desde la Puerta de Daleth.
Anduve en tu imaginación; yo estaba en el jardín
donde cultivo rosas blancas, como la que voy
a entregarte, desde hoy y para siempre.
Escuché cómo pides a la prisión del mundo
espigas de libertad, cómo pides al fruto abierto
que contenga algo más que gusanos;
oh inocente, pero la Madre-Tierra de tu mundo
no es la geografía que yo bendigo;
ya no es espejo de mi jardín.
La Naturaleza que me enternece,
fuerza creadora que es la Madre Fértil,
ya es el útero oculto; lo que en la externalidad
se aparenta en tu mundo no es mi nicho;
ya no, hermano mío.
Desde los falsos jardines de tu mundo
me queman en lujuria como a pastos,
me expolian como a selvas,
me minan por el oro falso,
me ensucian con las aguas de Mara.
Sacan de mi sangre su petróleo pudrido.
No, no. Ni lo profundo del subsuelo
es ya mío. No me representa,
No lo quiero.
Voy a darte la verdadera sangre,
sangre mía. Vamos a ser hermanos,
yo seré la emperatriz embarazada,
tú, el Emperador. Te doy el Sur y el Norte,
el Occidente oscuro, el Oriente de Luz.
37.
Tú si eras inicuo. En tu paz, mi piel
tuvo cariño, me endulzaste la mirada
con tus pobres ojos; me conmovíste al oír,
tu voz de lamento; en ti confiaré
y desde la Puerta de Daleth, te prometo
un jardín verdadero y mi túnica sembrada
de frutos. Te daré el placer de vivir
en el mundo natural; pero, si Sísifo es tu amigo,
yo a él no lo asomaré a mi Jardín
(otra lo hará, no yo).
Para él, no me molesto por salir a la Puerta.
Sólo a ti veo desde mi ventana,
sólo a tí salgo a buscarte
cuando me allego a la Puerta de Daleth.
Indice / El Libro de la amistad y el amor
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