A nadie tengo aquí en la sombra de mi piel
sino a las bestias, al ave, al jabalí;
a esos nervios a los que doy celada
para no estar solo, aislado, en suspenso.
A nadie tengo que escuche y comprenda
la gratitud que me inspira lo vivo.
2.
Ofrendo el primer canto lejos de aquella mujer
que danzó al ritmo del bambuco.
Ella me observó como la noche
vestida de sus soles
y me exhibió sus pechos de brasa,
negros como el cedro.
Y murió como un gusano que trepa
a su penacho y se detiene.
La devoró un lagarto verdinegro.
A nadie tengo aquí después de muerta
porque llueve en la sombra y su paso.
Y todo es un camastrón selvático
que depreda la voz con que lamento.
Las bestias huyeron y hablo solo.
Grito a los muertos y, en candelero,
está mi aliento únicamente
y mis ojos ávidamente perceptivos
ante la rica gratitud del todo
al filo del alba y el olvido.
07-13-1980 / Indice: Zonas
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