Saturday, December 13, 2008

El pirata y el liberto

A Lucas Fernández de Piedrahita (1664-1688)

¿Qué haría el pirata que ha mirado
en tus ojos acuciosos, de tristeza profunda?
Contigo porque ha escuchado tu voz sentenciosa
que suelta latinazos como fusta?
«Breve soplo es la felicidad humana»,
le dijíste al sayón, más pirujo e incrédulo,
aunque no sea tu vida breve, vagamente pretenciosa.
Advertido en cautela, pareces, por la muerte.

Morgan te tuvo en sus manos
y su fama es temible. Te colgaría del
palo más alto de la popa y, si él tarda,
te salvas, y será porque lo aturden tus ojos
que revelan al cordero degollado y la ofrenda
de tu fe que aún perdura y la investigas.

Un clérigo mestizo es lo que al verte
el pirata avizora y luego tu voz, neogranadina,
con ese dejo de canción de Santa Marta.
Un dejo indígena de chibcha,
mestiza vibración de la progenie incaica.

Bisnietura de princesa son tus genes.
Has sobrevivido, Lucas, hidalgo viejocristiano.
Te has extendido para mayor edad
de tus palabras en tierras donde todo
se extermina, se mata, no sólo
con peligros de selva. De playas invadidas.
Te rescata el mismo azote captor de los piratas.
La tempestad, la invasión, los azares.

Te salvas de una mano cuchillera.
Y tu pasión inventa explicaciones.
Es por lo que te pones de rodillas
y te levantas, hijo de Santa Fe.
Con el proyecto del indio y de sus vidas,
ya no piensas en tí. Recompones
la persistente historia, el ansia viva,
del Nuevo Reino de Granada.


06-05-1980 /
Indice: El hombre extendido (EHE)

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