Estos que entraron por uvas,
que si se arriesgan, alambristas, mojados,
brinca-verjas, pollos que a trasmano
llegan, picotean, éstos que sólo son mangajos
de su esfuerzo tras el muro, a ojo
que son de todos los colores.
Hay blancos y lambrijos. Sé de muchos
con los ojos azules. Otros, también sin documentos,
son los hijos de Toci, la abuela de los hombres.
Tienen la piel oscura y escasa venustez
según lo juzga el Matoco.
Lo cierto es que, al fin y al cabo, entran
aunque les cueste un huevo. Avanzan por monte
de jarales, con sol sediento arriba, con noche
de serpientes y yerta luna, abajo.
Se quedan y trabajan hasta quedar matungos,
exhaustos, explotados, porque hay siempre
el más listo, faquín de poderosos,
que maznan sus fortunas, maquilando
a su hermano y no se rompen las costillas
como ellos, en trabajo.
Mas, ¿ya qué? Los arriesgados llegaron
y finalmente no hay modo de evitarles.
Border Patrol no puede. Para sacarlos del país,
hay que hostigarlos, perseguirlos
con años espionaje hasta que al fin sea posible
mandarlos al carajo con viento fresco.
09--9-2000 / Indice: EHE
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