Me gusta saltar, aunque no lo quiera, sobre esta mejana de la angustia y dejar el fango, chapotear en desquite y contra la agonía, ir densamente hasta el río y lavar mi reposo y cantar mi salmo.
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Me gusta ser el hombre que se extiende una frontera más, allende la tristeza. La sinceridad es el canto más puro, el perdón de los ríos. La savia del sublime árbol, la raíz más valiente, el heroísmo callado.
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