Al Dr. Howard Zinn, historiador social
y profesor emérito de la Universidad de Boston
El Titiritero tiene un coro dancístico que baila
con la música que él toca. Para el rico
que paga bien, se esmera el espectáculo.
La música es marcial y la soldadesca sale
al escenario, al parecer, arteros por su sonrisa,
orgullosos por su firme paso, disciplinados
con el mensaje idóneo de obediencia:
«A defender la patria, soldados» y van marchando
con la danza del Gran Titiritero como fondo.
Van obedientemente, marionetas
movidas para el comportamiento diseñado.
El coro es tan perfecto. Y retumban tambores.
Es el coro esplendoroso de los crédulos.
Títeres de uniforme movidos desde cordeles altos.
Marionetas de colectiva maña.
Pueblo bueno, engañado.
Van a defender la burguesía,
corporaciones multinacionales.
Se enriquecerá la industria del armamentismo,
pero, quienes van no saben ni cómo ni por qué.
En ventaja se coloca la firma Halliburton,
consorcios de los selectos corruptos,
pero, el que danza dice:
«Voy por mi país, voy donde quiera
que el gobierno me llame» y ahí va
en la danza marcial del Gran Titiritero.
Va y retumban los tambores y marchan
en desfiles oficiales; van y ningún bien
con ello harán a las familias; mucho menos
a las de declarados países enemigos.
Pero van. Con lágrimas se despiden
de padres, hermanos, novias,
cónyugues e hijos.
Se los llevan en barcos y en aviones
para que combatan por Bush, Rumsfeld,
Halliburton-Cheney; van y cantan por la Patria,
la nación, el honor, la democracia.
Van y se ríe el hombre del cordel,
el Gran Titiritero. Van y, en el bang bang,
no hacen bien a otra cosa que
a los privilegiados y personales proyectos
de los ricos y las multinacionales.
17-03-2005 / El libro de la guerra
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