Europeans, in sum, were regarded as something mechanical, soulless creatures who wielded diabolically ingenious tools and weapons to accomplish mad ends:
Llegaron en los siglos 16 y 17 y los víste.
Te llenaste de entusiasmo al conocerlos
como chicuela que aguarda
la simpatía del amor de la carne
o el corazón de los primeros besos.
Te gustó la blancura de sus rostros,
detalles de barbas blancas.
Los pensaste más que humanos,
maravillas. En sus barcos, víste alas,
pájaros que van al mar y se acercan
a tus lagos y valles.
Por la tecnología que trajeron, pensaste
que serían como dioses: con espadas
y cuchillos de acero, más temibles
que tus hachas de piedra.
Te impresionaste con sus arcabuces.
Como dragones vomitan el fuego
y dominan el espejo y las campanas.
Hablan sobre bronce, cobre, oro.
Son extraños, fascinantes seres
con gran poder sobre los utensilios.
Al principio, admiraron tu mundo
con incrédulos gestos. Alguno dijo:
Es mucha la riqueza que te da geografía.
Es demasiado el ritmo que impregna
la Naturaleza con tu espíritu.
Y pensaste que el puritano es bueno.
Y seguiste pensando que lo es el jesuíta,
el dominico, el hombre blanco, hasta cierto día.
... porque llegó el día temido
de la plena arrogancia cultural del extraño
y ese día ambos perdieron la inocencia.
09-29-2003 / El libro de la guerra
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