There are many Muslims in this country who are happy to live in a pluralistic society in which there is no established religion. But it is no less true that there are untold numbers of Muslims within America, working stealthily and systematically to make the U.S. into an Islamic state: Robert Spencer
Voy a decirles quién es un terrorista en los EE.UU.,
aún más, diré muchas cosas que dicen
y cómo operan porque hay expertos
en terror y comunican sus terrorismos en libros.
Difunden lo que alarma, datos que a los bobos
matan de miedo, que se vuelven las crédulas verdades
(aunque ellos mismos no se crean ni un bledo).
El terrorista, por excelencia, el que abunda
en la patria de Washington y Lincoln,
alega que los niños del Islam gritan
«Allahu akbar!»; yo nunca he escuchado
ninguno que murmure éso y me voy a sus barrios
cuando tienen sus ritos y siempre salgo bendecido
por alguno de ellos. Las mujeres islámicas
aquí van a donde placen, no necesitan que nadie
las acompañe; pueden ir con cualquiera
a cualquier lado, al cine, a la plaza, al colegio...
basta que se les respete. Al terrorista puede que ésto
lo moleste, pero, él desea la mentira
de que son cautivas, esclavas del marido,
esclavas de su novio, esclavas de la familia,
el tío, el abuelo, esclavas hasta
de sus propias sombras
y de sus pensamientos.
Los terroristas exaltan la posibilidad de que sea usted
quien a pie juntillas asegure que son tontas,
necias, temerosas, jihadistas de hueso colorado,
una amenaza a los valores de América.
Ellas no son comunes, inyectan
con la sola mirada su pánico.
A menudo las describen como seres vampíricos.
Los terroristas no quieren oírlas, en particular,
si hablan árabe. Tendrían que decirles como si fuera
un conjuro. «English Only». No han aprendido a decir
«Ni cállate». Suelen ser unos tarados monolingües
que santifican el nacionalismo vernacular americano.
Son ellos quienes tienen temor; no saben comunicarse
con el mundo. De los árabes sólo quieren el petróleo
y putas de ojos negros, a falta de una gringa
descarada y escandalosa. Del árabe, empleo,
billetes de jeques y turistas, el derecho a colgarlos
en su tierra, del mismo modo que en la nuestra
[como Ku Klux Klans y Know Nothings] colgamos
a los negros; ciertamente, el terrorista Made-in America
no quiere libertad de expresión o de palabra
para ninguno de ellos. Lo ideal es que no exista
en su nombre tolerancia. Que Norteamérica
anule el derecho al libre credo
porque si algo prueba el Once de Septiembre
es que árabes suicidas nos han declarado guerra.
Jihad es la reeditada palabra bizantina.
Un nuevo persa sacado a la cañona
por las culpas del histórico despojo.
Nuestra santa cruzada de exterminio.
Roma es América en un anacronismo:
ya Roma no mata cristianos ni judíos.
Roma se volvió polvo y pasado
que tragamos a gusto y por capricho.
La consigna de hoy es árabe muerto.
Muerto los perros que se acabe la rabia.
Arabe es ser como indígena nativo en el Viejo Oeste,
más vale muerto el apache que diez Sioux hambrientos.
Por eso los terroristas recomiendan que se suprima
el privilegio que ellos tienen, si es que tolerancia
y diversidad son privilegio, no derechos.
Sí, los terroristas son quienes te dicen que en cada árabe
hay que ver un corruptor, una mujer lastimada,
un hombre que no debe orar en público
ni mandar sus hijos a la escuela de Occidente
porque su profeta es Alá, porque la Ley Islámica
es un código que subyuga y el Corán, un libro subversivo.
Seguramente, el terrorista no ha leído una sola página
del Corán; posiblemente, ni siquiera ha conocido
un amigo que venga del Oriente Medio,
pero él se llama el experto. A su miedo
lo convierte en terrorismo,
el terrorismo de las palabras mentirosas,
el terrorismo de los explotadores.
Por eso el terrorismo es división premeditada,
un pretexto, una nueva forma
de política que suma a las patologías
de unos pocos y, ciertamente,
encumbrados.
09-09-2006 / El libro de la guerra
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