Nadie tiene la verdad completa: la racionalidad humana
no permite conocer todo en un solo acto; hay que ir viendo
los aspectos desde las distintas perspectivas.
Jesús García Álvarez, escritor español
Te voy a pasar la cuenta. No protestes.
Algo me debes: ¿crees que tienes la verdad?
Pues no. No la tienes y por eso hablas
de tu vida sufrida, de explotadores que te coartan,
de identidad y seguridad no conseguida.
El pobre es quien siempre debe algo.
Debe, en primer lugar, el ser inadecuado,
la carencia de verdad en su vida.
No saben ser felices y pretenden
evitar el sufrimiento ajeno,
desmontar tiranías y opresiones.
Los débiles dan mal imagen a mi mundo.
Carecen de los mínimos fundamentos
y quieren ser intolerantes con quien le pide cuentas
y le pasa un adeudo, su factura.
Es que viven y, seguramente, no merecen la vida.
Se confiesan débiles, inseguros y lo son.
No por algo quieren tolerancia, aunque sean
violentos, cáfila canalla, jauría.
El mundo por su causa es este drama mediocre.
Un perpetuado lirismo de culpa. Un lamento
dizque que por la identidad amenazada.
Juntos lloran, juntos callan, juntos son cómplices.
¿Pero qué identidad pudieras tener tú,
guevón, vives aunque no lo sepas
en vacío identitario: tu única vivencia
es la insuficiencia? Es más, eres la causa
de la violencia sufrida; eres el que inspira
la violencia impuesta. El que es fuerte
es quien te pone a raya y cobra la deuda
que tienes con la sociedad. Tú la pagas
porque la pagas. Para eso estamos
los que te despreciamos, iluso pordiosero.
Te voy a pasar la cuenta. No protestes.
Es nuestra obligación. Manejamos verdades
que tú no manejas... Ni como copión estás
a nuestra altura. Lo más temible a que llegas
es parecerte al payaso fundamentalista.
Y cuando más sabroso te imaginas,
terrorista, es más terrorista el terror nuestro
porque somos el Estado y su élite, superiores
en el arte de tejerte las redes de captura
y somos la araña venenosa y tú el insecto
atrapado en la urdimbrada. Tú, telarañado.
¿Cómo que tu misión, o tu humanismo,
es luchar por el fin de la injusticia?
Tú creas la injusticia, eres tú el que debes,
el que revientas las arcas cuando hay crearte
cárceles, el castigo, las armas con que peleas,
con que tú mismo te hieres. Siempre eres
el que dices SI a la guerra y a la cárcel,
el que delinques y das motivos a verte censurado.
El tonto tentado. El autodestructivo.
¿Para qué quieres libertad, si bueno eres para nada?
Querrás de seguro reproducirte como el bicho malo,
y joder los equilibrios ecológicos
con tu indisciplina, tus feroces deseos,
tu monstruoso miedo a lo que desconoces.
Es mejor que sepas que el bienestar material
casi nunca visita la casa del imbécil.
Has nacido para depender de quien te pasa
el débito, una factura que enseña, poco a poco,
a que te disciplines. Tenemos el derecho
a sujetarte a la ley del Pez Grande
y a que te coma. Tú eres el insignificante.
¿Qué eres motor de la historia, semilla airada
del cambio revolucionario? No me hagas reir.
En la épica de luchar y morir no hay mérito alguno.
Es otra forma de tu vocación para el desgaste,
otro matiz de inseguridad, de carencia de valor,
un no saber vivir a la altura del individualismo.
El poder no se comparte y si tienes poder,
invocado por deseos colectivos, adeudas tú
ese poder que aún no robas al Estado.
Si temerario, oh atrevido, estás a punto de cometer
un crimen que, de seguro, nadie va a perdonarte.
Dices que tienes un pueblo por apoyo.
No. La masa será la que te cuelgue de los güevos.
No es dable para tí distribuir lo que no es tuyo.
Lo primero que no te pertenece es la totalidad
del mundo; si así fuera, serías uno de los nuestros
y no lo eres. Eres un deudor del Tercer Mundo.
08-12-2002 / El libro de la guerra
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