¿A quién diré que irrumpas,
luna de la tarde, madre de la noche
si dueles como granada rompedora
caída en mis collejas, azotada
sobre nervios que clamaron por amor
ante mi largo día que condena?
¿A quién diré que un espigón
me creció a medio pecho, me resiente,
me pica y me arde, y voy, paloma duenda,
al sinsentido de inoperancia amarga,
y sufro con manso dolor, buey que lame
incertidumbre y desaliento y nada?
¿Por qué me hicíste así,
distinto al penco de alma torpe,
ajeno a los filos de puñales
y como fruta sin espinas
que ha madurado herida, tendida
en la cibíaca del ser más oscuro, tímido
del estío y la penumbra de los días,
sin fuego crepitante que lo crezca
y lo ampare, con esqueleto y tallo fijo
y su esplendor de geotropismo?
¿Por qué te hablo, Luna, si ni oyes,
por qué te amé, Sol, si me olvidaste?
2.
¿Qué me dijíste, Luna raída
en el harapo biótico de la duenda vaca,
qué me dirás, después del rocío
y la intemperie a solas,
si los moscarrones, en camenas romanas,
embrutecen tus voces, chillan como cigarras?
¿Qué me dirá la intrusión del lamento,
la queja de la bala, el inhóspito espín,
el puño contra rostros afligidos y blandos,
la herida abierta, la coz con sus remisos
que no paran la angustia, el dolor
y la muerte, malapata, qué me dirás,
directamente a las mejillas, al cóccix,
Luna de la tarde, madre de la noche?
3.
¿Qué vas a decir al niño
que la muerte llamó a las filas
del ejército de tu imperio en tanganillas,
qué diras ante la ríada de sangre
que acaudala mi marcha de recuerdos
a tu muerte, qué dirás, paloma,
que en el cielo te posaste como el lamento
de la Moksa cercenada, qué dirás
si darías la piel porque cese la hoguera
y el cuchillo que nos pega a la pared
y al alarido que subviene por la vía
de la navaja cabritera y el mortero?
¿Qué diras a la nube que deprava
con napalm, al ataque de gas
que huele a orines, a diablos vomitados
del banquete convival del homicida?
4.
¿Qué dijíste cuando a más y mejor
llovió el rugido del macuco
y en juego sucio se borraron las fronteras
e iban vestidos de jubete y mallas de hierro
los que portaron espadas y fusiles
a fin de cerrar su espita a la alegría?
Y la noche se convirtió en escarnio
y se acostaron contigo, muchos de ellos,
frágiles habsburgos, depravados
en escondites de solapada subversión,
tu cama blanda, tu cabaña humilde.
Y les díste hijos, palomas duendas
que aprendieron llamaradas de petate,
incendio amargo, complicidad en muina.
¿Qué dijíste, Luna de la tarde,
madre de esa noche que fue el Peloponeso,
si dejaste una traza de atadura
como vestigio de la flor tronchada
y la raíz perdida, qué dijíste
que, en la noche, te busqué como madre
y me hallé a una perra malparida?
5.
¿Dónde estuvíste, lunita mía,
que te escondíste en maya / malla
de jubete y mácula, en pecho de bronce,
en corsette de olvido y tu atadura
fue mi luto y lluvia roja y sangre?
¿Dónde en la noche se bendijo
al calcilla, engendro de estos días
que decrecieron mi estatura
de confianza, rubor y alegría?
Traté de verte tras la nube
(luna de esa guerra de Germania)
y la hiel me brotó como chijate
y me sepultó, know unto God...
pasé al abismo del polvo y la anonimia,
a la tumba de los buitres,
y me besó la muerte.
6.
¡Pero yo te busqué, santa repisa,
puntal de Indra, en medio de la lluvia!
En el Día de la Recordación,
ay de los mortales,
días de entes que se tragó la Kama,
tu cielo de deseo, pregunté y quise
tu memoria formalizada, tu consuelo.
Y tuve el cuerpo penco, orondo, tosco,
y te lo dí a guardar con el decoro
horaciano de la guerra; yo dije óyeme:
Dulce et decorum est pro patria mori.
Yo te entregué las cuencas de mis ojos,
yo te bendije en las chicharras del ruido
del amor objetivado y del libreto nacional
del patriotismo, yo fuí gusano y plaga,
el prusiano gesto, el épico sustento
de tu Maya, y dije, Luna mía,
por tu esperanza el futuro trasciende,
la democracia es pura, el lanzallamas
te invoca, la corneta me anuncia,
con granadas de mano te saludo.
Y tú, acaso si eras el poder
de la propaganda del Estado,
en ausencia, distante, sospechosa,
te perdíste aunque me amaras,
o acaso la villanía del enemigo cuestionaste,
todo su alarde de rivalidad, su truhanería.
¿Cómo saberlo? ... no llegaste.
Te escondíste, luna de mi tarde,
madre de mi noche.
7.
Ahora, ¿qué haré, Durga lunar,
guerrera de demonios, qué haré
con pueblos diezmados a mi diestra
y el dulce decoro, zurda trinchera,
y el exterminio, ultraje, caos
y las mariposas que me rondan
con su color de calavera?
¿Qué haré de prisa y corriendo
para que apruebes este corazón agusanado
si éste se pudre en medio de cadáveres
y morteros humeantes?
¿Qué haré con el tradicionalismo celebratorio
que gime y cuya corneta no oyes, Luna
de la tarde, madre de la noche?
¿Qué refugio buscar si tu seno de plata
ignora mi uniforme?
De prisa y corriendo voy
y ya no hay atamanes a mi lado,
y los bandidos son muchos en uno
y, en medio de sicarios, mudos, solitarios,
solemnes, sin amparo, ¿cómo hallarse
y tener tu figura de besos?
Esta fiesta por los muertos
me intimida; porque estoy vivo aún
y con sed de luna y swástica,
y la cruz gamada y el fusil
como espadas se clavaron al pecho.
De prisa y corriendo voy, sin hallarte
y por dejar la hecatombe
a las calladas ando, sin olvido
de este cuento de cuentos
que es la muerte innecesaria y torpe.
Memorial Day, ¿para quién
si es por tí, luna de mi tarde
por quien no quiero tenerlo
por madre de mi noche?
8.
(Moon) iluminates our animal nature, types of which are
represented below the dog, the wolf and that which comes up out of the deeps,
the nameless and hideous tendency which is lower rhan the savage beast: Arthur E. Waite
Tu luz es un reflejo meramente,
¿qué puerta de salida es mi sustento?
Un animal aúlla cuando yo pido voces.
Un escorpión me late en el submundo.
Tu estás detrás del velo, Luna-Madre,
maula imagen dibujada
por miedos naturales.
De matute te fuíste, fantasmalizada.
Hito de pillerías has sido, sin quererlo,
pero eres lo más real que hay en mi mundo.
A la matiega, rudamente, te he llamado;
aún no sé cómo ir sin disparar moyanas,
aún no sé cómo amarte
sin encender culebrinas;
aún no sé, sin morder, sin ladrar
con nervios del rabo-simulacro,
declararte lo Uno, espíritu-materia.
En pozancos de tus viejas aguas descubrí tu belleza.
Un perfil de tu rostro me iluminaba.
Tu luz manejó imágenes aún dulces
(¡aunque ya estén perdidas!)
y, en la riolada de tinieblas,
tu ser prefiguré con preguntas
de la resistencia, tu encanto.
No te separo aún de las bestias de mavorcio,
con dientes afilados y pezuñas, amparadas,
te avisé, no tengas miedo;
porque seas lo que seas te he querido,
te invoco, te llamo, te nombro.
9.
Quería las compensaciones dionisíacas
de tu Vientre profundo, el beso
que se huyó traviesamente
de la objetividad verificada.
Quería tus manos campiranas y agrarias,
tu mañana, tus tardes, tus noches.
Cumplida la plenitud de los tiempos,
pregunté con fe, ¿cuáles han de ser
tus emociones, con qué gesto entraré
en Tu Semilla? y tarde, mal y nunca,
llegaste a mi tiempo, con danzas
de tus mecanismos defensivos.
Bajaste una porción de lido
en mi bahía, y un estallido de granada
y lidita murmuró mi apellido.
Y dije: No eres tú por quién esperé,
tanto monta que seas el contrabando
de las espinas tenebrosas, el zapaso
de escarnio, el sable, la moyana,
el fusil, la cañonera, el beso del obús,
el bajo calibre de las culebrinas...
... yo te pensé de otro modo:
serás el Huevo de la Noche
y una manga del viento traerá
tu cuerpo oval, tu redondez erótica
y serás en mi espacio, cariciosa,
y, aún más, serás el oogonio
que navega mi conciencia
y la sal y pimienta de mis gozos.
Yo te pensé intensamente húmeda,
llena de escozores, suma proteica,
femenina; concederás por cascarón
tu tálamo y nubes suaves y rico bationdo
de tu esencia; yo te pensé, erótica,
accesible, digna de observarse
directamente al centro del Oosito,
falda adentro, papayona, peluda,
con el ombligo reiterado
como el eco, con muslos abiertos
como centro de un valle,
o una cueva velluda.
... pero cumplida la plenitud de los tiempos,
cuando busqué tu monte oscuro,
cuando pensé en tus mejillas pegadas
a las mías, escondíste el mutuo acopio,
la cosecha, y llegaste sin lunas.
Trajíste el rayo y el olor del ácido pícrico.
Golpeaste mi cráneo, pulíste mi vergüenza
y el super-Yo se interpuso, guardián moralizante,
para decir la vida del Espíritu da saltos de mata
y en medio de la suaca de los días
exije mucho, rispa, malhumoradamente.
Es priosta, mayordoma, Estado-sacerdocio,
Luna no es lo esperas que yo sea
y yo salí pitando, a vana prisa,
y dije: ¡no te conozco, madre sabia de pega!
No te huelo, piéride más vieja
que la sarna; Luna, ya me entregaste
a misogamia y desencuentro,
en vano es mirarte...
10.
Entonces, comenzaron a aullar
todos mis demonios, duendes
que no tuve escondidos todavía,
culebrillas que se ocultan en yautiales,
gusanos alevosos que suben a la yuca.
Se llenó de gusarapos el porongo;
en agua sucia, mis palanganas lleno.
En penas eternas, se refocila
la bichaza como lluvia sombría
y hacia rondas de samsara se va,
cae gotereante, el alma que me habitas.
El tiempo está donde fuíste relámpago.
La hora, cadena de rosarios,
reza su meyosis, cuenta días
y cada tiniebla te deslava con ecos,
con enojos, con el tedio
de sus cacofonías.
11.
Yo busqué tu monte oscuro,
confié en quedarme ahí, hijo tuyo,
yo, selvícola, en el sieso
de tu cósmico intestino,
ctónicamente productivo en tu reposo
distribuyendo mi gozo con tu danza.
Yo dije: Está por más la prenda,
me has compensado en la raíz
debajo de tu falda de prasio, yo
en la felpa de musgo, tibio y húmedo.
Eras Una, pensé, al lado de los muchos.
Con tu beso reordenarías la Metafísica
de lo Real, con tu abrazo me harías tuyo;
como haba de tu vaina, te habitaría.
Dentro de tí, tengo madre y hembra
y en tu dolor se desnuda tu cuerpo en el mío.
Uno más en el escorpión de tus edades,
renacería en el pez de tus comienzos.
Eras Una, la que amé
por un refilón de tus fulgores
que alcancé a discernir desde mi sombra.
No tenías jerarquías ni arrogancias.
Eras la cosecha del campo,
eras la necesidad necesaria,
eras todo lo que yo quería.
12.
... pero un día me dijeron
sólo la ausencia existe, sólo la sombra,
todo se va, sin regreso, todo estalla
como lidita o volátil meteoro
desde algún rincón del universo oscuro.
Todo es salto de mata, huída
mecánicamente reductoria.
Todos a la pega vamos
por la treta que a cómplices agremia
y Ella / tú ya son mentiras,
discurso de los lobos,
el eco del ladrido que perdura,
la musa de los cántaros vacíos
en las estepas.
El interno verdugo es todo lo que existe.
El que ladra su gemido y nada cambia
porque la senda es extravío
y la ira, asfixia, y todo, quemón
y cuenta nueva y más multiplicarse
predictivamente en regularidad
y en recurrencia, para dolor eterno.
13.
Llámala prostituta, negación
de tu alma, mercachifle
del abrazo prometido, la que se fue
y no vino, la que dejó tu corazón
en la loma, a solas, pifiando;
dále por nombre la abandonadora,
la que se vende al olvido,
la que trafica con sombras
que no le pertenecen por completo.
Llámala ramera de la Era Pisciana,
la que rompió el huevo de la noche
y te dio nictalopía para que veas
lo que no debes, su sexo impuro
de Maya, su leproso No-Ser
de soledad y desprecio.
Llámala, Doble-Vida, simulacro
de la economía física, miseria en ciernes.
En este imperio, con cantos de sirena,
es quien seduce; en esta esfera,
con cuchillos de luna, es Ella
quien te mengua y te castra.
Llámala pues engaño que razona
en círculos de Apolo, dato icónico
de culpas retorcidas,
hija de tarde y nunca,
madre de la Noche
y el más allá de la carne.
14.
This is a great challange of our time,
the storm in which we fly. History is,
once again witnessing a great clash.
This is no time for impatience and self-defeating
pessimism... We are ready for war!:
Presidente George W. Bush
En los días que elegí para Tu Ofrenda,
días de recordación
y espacios arquetípicos, Tu templo,
no dancé con tu cuerpo
ni te orbité.
No pude invocarte
ni en silencio.
Un nubarrón de luto estremeció mis venas.
El frío se aceleró de un golpe
en medio de repique de tambores.
No hubo voz que dijera:
La bondad es infinita.
La salva de cañonazos avanzó.
Asesinaba las palabras debidas.
O apropiadas.
El Gran Discursador, rey-sacerdote,
nos ataba la lengua; él bebía sangre.
El día fue llamado Solemne.
Todas las prudencias convencionalizadas
acudieron, ocuparon el parque.
Se sentaron junto a la Gran Tarima.
Maat dejó que el Sol pasara sobre el Nilo.
Cursó así todas las esquinas,
examinaba el caudal, celosa
de la espuma, el musgo, las ondinas.
El presidente estaba allí,
perfecto guachinango con los ojos
fijos en escarabajos de la orilla.
El jefe de la CIA, el jefe de los jefes
del Pentágono, el Gran Estado
allí todos llegaron, solemnemente
vestidos, aderezados, circunspectos,
para ver a los deudos del Quebranto,
a los que necesitan la bendición
de autoridades temporales
y disputas rituales con lo Eterno.
Ataron con cornil a bueyes del deseo.
Calcularon el número de lágrimas,
se pidieron credenciales a los llantos.
Todo estuvo en su lugar,
en la zona segura, acordonada;
allí, con las pirámides de la Física Clásica,
presidía el Logos, el análisis,
el control absoluto.
A ninguno se quiso descalzo,
o con sandalias, ninguno con T-shirt,
ninguno con coleta o melena de desgarbo.
Nadie que sea descortés que esté presente,
ninguno que gesticule en bruto sea admitido.
Nadie con aretes en la oreja,
o tatuaje visible, se aproxime,
nadie con angustioso rostro
o con olor a tufo, nadie con patas
de cabra, o tarros de cornudo.
Ninguno con dientes neguijosos.
Exento sea del podio quien no admita
los Nuevos Paradigmas y su noción del riesgo.
La guerra es lo sagrado, han repetido.
No se vea al penco con los ojos salaces.
No se tome una foto al que está espatarrado.
Evítese la escena del que se rasca
el orto; todo debe ser perfecto,
con objetividad racional, preformulado.
El día fue llamado Solemne.
Bush estaba allí, y la pobre Condolezza,
figurón marginal de la sombra,
y Colin Powell, el Neandertal
más ocre de la cueva, y Cheney,
quien buscaba su mirada
para hacerlo portavoz
de otra mentira, porque ambos,
uña y mugre, óxido de uranio tienen
por hemoglobina.
15.
La prostituta se apoya en el arquetipo del verdugo:
Maureen B. Roberts, PhD
A diez calles, por lo menos,
te vieron... Que me contaran
no fue necesario, te corté el paso
y te llamé, pero cruzaste de largo.
Te metiste en una luna de maula:
eras la Maya que niega, la proyección
que engaña, la víctima que condena.
En la Harbor medio-vacía
por causa del evento, Memorial Day,
homenaje a grandes héroes
y familias crédulas
al virtualismo entronizado,
te vieron y me cuentan
que pasaste comiendo de las culpas
que los demás te transfieren.
Tú tomas y dejas, surtes y olvidas.
Este es tu consuelo, por lo menos.
Vestida ibas con gracia de tus nalgas.
Plata líquida en tus haldeares,
intensa virtud, tus piernas
y el movimiento de tu sieso,
¡qué delicia, mayativa, descocante!
Con fortaleza y audacia te exhíbes.
Con pantaletas azul celeste
de tu antiguo cielo, atrapas.
Robaste el privilegio de ir
en desvergüenza por la calle
y echas la escandalosa
durante el Día Solemne
y estos robocops del Estado Vigilante
nada dijeron aunque díste
la nota discordante,
ramera caprichosa,
efeba desobediente.
A cambio de dinero
admitíste la gumía, la daga turca
y la exacción, te díste precio
por vender jera y placer
al mejor postor, así me heríste,
Luna de la tarde,
madre de la noche.
Llevaste tus senos perfectos,
quirúrgicamente diseñados.
Tus labios como flechas de ballesta
daban besos, tu saliva debió ser
como lava de volcanes porque
quienes te compran chupan del bote
y son felices, se repiten en noches
contínuas de macanda
y tú con ellos, fletera,
y ellos contigo, son felices.
En los quintos infiernos no es
donde te buscan;
eres ya accesible objeto
de la calle, tu jarana lasciva
tiene hoteles a tu paso, coches
que te llevan donde quieras
por servicio, nenorra.
Fuíste la única puta que salió
a la calle a proyectar
su verdugo interno, amenazante.
Duro y parejo te dan y tú resistes;
yo no, te perdí, capulina, y estoy triste
porque yo también amé
tu araña venenosa
y sus precondiciones instintivas.
16.
Los sentidos son tus puertas hacia el éxtasis: Tony Buzan
No soy yo quien te culpo.
No que haya dejado de quererte.
Yo abrí todas mis moléculas
cuando ví tu Luna llena y eras sacerdotisa
de tu propia llama; yo te llamé
Mi atracción, gravedad del ansia.
Te entregué mis ladridos.
Por un fulgor de tu aroma masturbé
cada espacio de penumbra, el que tú iluminabas,
porque eras ya Una en mí y yo contigo, el Todo.
Tú me enseñaste a agrandar mis pupilas
y me asomé a mil ventanas
cuando te posabas en la noche,
gentil mariposa caída a mis talones.
Nada te escandalizó entonces.
Tú, sin jerarquías, nada prohíbes.
Te dispensas, entera, peludona,
tersa como rosa de piel,
tenuemente naranjuda como papaya
y sandía, melón abierto,
para mutua algarabía.
Tú, espiona, por revelar el caos,
la compresión infinita
con su deliquio singular y dulce,
te pusíste a gatas y a danzar
locamente, a perderse, a clavarse
en giros del cósmico espín gravitatorio
y ¡gozamos pues que tarde fue!
tú, entorchada con el rabo a mi deseo;
yo, hundido en tu íntima anonimia.
¡El éxtasis! lo eterno.
¡Sí que fuimos dionisíacos
antes que se cumpliera la plenitud
de los tiempos del profeta;
sí que sabíamos de ángeles / sátiros
y de monismo puro,
sí que estuvíste satisfecha de la verdad
de tu cuerpo, tu templo femenino,
ovario ctónico, el monte santo
donde la zarza encendida fue pez
con hocico caliente y su estallido viscoso,
jalea del pan que brindo, vino
que bebíste conmigo!
17.
Te alimentaron con miedo,
otrora fiera de nuestro amor gozoso;
te vistieron con ansiedad mezquina,
animalito lunar que, a orillas
de los ríos entraste al agua
y me hicíste pescar tus pezoncillos
y comerte a besos.
Te dieron la enagua de la angustia.
Te cosieron el corpiño del enojo.
Te amarraron la rabia a las costillas.
Destruyeron tu unidad biológica
hasta esquilmar la hermosura
de tu interna noosfera.
18.
¿Ahora dónde está la magia
de lo cotidiano, tu divertida noción
de caos, tu guiño subterráneo
que cautiva, dónde está tu duende
que responde al mío, tu fantasma
que a nados me alcanza
en el fondo del agua,
dónde la vieja autoestima de zorra
que no vende sus verdades,
su sentido de honesta certidumbre,
dónde tu nalgatorio desnudo,
suave como pétalos, túrgido
por voluntad de forma y energía?
¿Dónde tu voz me da rugidos,
a dónde llevaste tu madriguera
cálida, tu feroz sustento,
tu espíritu-materia,
tu monismo puro?
19.
Yo no te culpo, guerrera de demonios.
Quien arrebató tu riqueza innata
otro ha sido, sin madre,
sin olfato, sin ojos enternecidos.
Alguien fue que, extirpado de su matriz
de animal de bellota, ufano y de oquis
quiso hacerse hiperrreal
como el dualismo y odian al cuerpo
y a pequeños ángeles
que lo habitan, criaturas gozosas,
tiernas, energéticamente seductoras.
20.
En la Segunda Guerra Mundial, aproximadamente uno de cada dos muertos fue un no cambatiente. Hoy día la población civil representa más de la mitad de las bajas: Mary Kaldor
Yo no quise ir con ellos,
personeros de ultraje, asesinos
armados en ventaja; ellos son
los que atacan tu presencia
y en tí vistieron luto.
Ellos matan a civiles indefensos.
Lanzan bombas que cercenan
a niños; a ciegas reparten
su homicidio organizado.
Yo no les buscaré más
en la tarde en que la Luna asoma,
en la noche en que sus brazos
extraño y me siento tullido,
diezmado, cercenado, por su ausencia.
Tú eres mi ofrenda, memoria verdadera.
Tú, puerca que andas en la calle
pensando que tu hermosura
es pingajo, tú, mi hostia sagrada,
que besuqueas a los nuevos Apolíneos,
intelectualmente arrogantes,
crudelísimamente hartos de sabotaje
y discursos triviales que sólo exaltan
al verdugo intelectualizado.
Yo fuí a Harbor Avenue, calle del vicio,
calle profana, donde ocultas coraje
e impotencia, y te vendes y engañas.
Fuí a saberte ahí, a dolerme
con tu inmundo despilfarro de energía,
a verte vivaracha y compartida
en tu doble vida de desastre.
Y, sin que dejara que nadie te ofendiera,
te busqué, te llamé por tu nombre más divino,
Durga-shakti, Amada...
y te fuiste de largo,
sí, me desconocíste, Amada mía.
Orange County / California / 2004
El libro de la guerra
___
Berkeley y yo / Indice: El pueblo en sombras / Indice: Heideggerianas
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