Convido unas copas

a los coperos del Olimpo

Ya sé que convidar una copa,
decir que beban de este vino es prosaísmo.
El trago que calma, libera, si acaso
no anestesia los sentidos,
es una profana encerrona,
casi mata y engaña.
Uno sale como mal copero.

[Pero voy a insistir: «Convido»].

El sublime Rabino tornaba el agua
en vino. Que nadie en Canáan se vaya
sin beber y festeje la boda.

Estuve pensando, sin embargo,
que por la convidación sincera
se rescata la nostalgia profunda
que tengo del hermano, sí, aún
de hermanos de la carne que perdí
[no los he visto... estarán distantes].
Quien los tragó fue un Padre que no supo
si viviría para la Tierra o para el Cielo.

Estuve pensando a ratos qué pasaría
con Zeus, cuando se fue al Olimpo de copero.
Ante su padre, el abandonador,
el agresivo, creyó que puede que con una copa
que le ofrezca se ganaría,
o perdería, nueva familia y su perdón.

... porque la madre que estuvo
harta de odio, quiere que al ingrato
sea él quien le sirva el vomitivo.
Es una piedra cocida con magia de yerbera,
con elíxir de restauración.

Mi convite será el medio. Ella me instruye.
«Díle que beba, copero».

03-12-2003 / Indice: El libro de la amistad

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