Monday, March 02, 2009

La expulsión




Ismael y Agar, expulsados, rumbo al desierto


Yo merezco que se me busque en el agua.
Dílo a tu Padre Oculto, Abraham.
Con palabras anagógicas, elévame al Fanun
de tu Alianza, páctame como a Isaak,
el hijo de la Otra; mira cómo me aferro
a tí para no abandonarte...

¿Por qué te hicíste mi marido si apenas
amaste mi corazón que te dio acceso?
... y te serví, debajo de tus muslos, cuando no había
fertilidad en tu cama y sólo tristeza en Cab
y muina de la carne junto a Sara
...

Amárrame a tus escrotos, varón.
Reestabléceme en tu costilla.
Llámame Magna Mater, digna de luz en mi kelim.
Mi vientre te fue una cesta, un vaso, te hice digno
del Nilo, y de las dádivas del Faraón y ahora,
me tiras a la urna del desierto, donde bestias salvajes
olerán mi menstruo y mis lunas rojas
y al hijo que te dí... y tomaste pan y un odre de agua
y me lo das como si fuera un camello;
pero la cargas sobre los hombros de Agar,
la mujer que te ama, yo, que me aferro a tí.
A mi hijo y a mí conduces al desierto.

¿Cuál es mi transgresión que me prohíbes?
¿Por qué me expulsas? ¿Será que es muerte
que yo te reproduzca, será que soy terrible
aunque no te haya dado vida disoluta,
sino mi tierna tibieza para tu cuerpo,
abierto de apetito? ...si no devoro,
si no soy venenosa comon el áspid...


¿Por qué si me llamaste hermosa y erotismo
puse para que se alegrara tu cuerpo
y descansara tu corazón angustiado
por la falta de un hijo, me dejas
en medio del desierto?
No. Yo no huyo.
Me expulsas.

¿Hay otro erotismo más sagrado en lo real?
Si lo hay, díle a tu Padre escondido
que lo diga y me lo comunique.

Dí que me ofrezca una dote de Sacer
que yo destejo como araña lo que fui
y tejo, con humildad, lo que te doy.

Yo quiero consolarte mucho más
por si acaso hay un abismo y un terror
y no basta el rito dionisíaco
y la primera plenitud originaria
de nuestro mutuo orgasmo.

No violaré tus lealtades escondidas, Abraham.
Pónme delante del templo de tu corazón,
házme una parte de tu señorío
porque mira dónde me has traído
(donde las rencillas no las incita Sara,
sino estas hormigas que se apuran
sobre el polvo, higueras que me rasgan
la piel, viento frío, o camisin hirviente).

¿De dónde crees que me obtuvíste,
hombre ingrato, cómo dejarme
sobre piedras y montículos?

No veo mi antiguo palacio ni edificios
ni varones ni criados que velen por mí.
¿En medio de cardos y ortigales me dejas
sin decir cuál es mi transgresión?

No. Yo no huyo.
Me expulsas.

09-11-2005 /
Indice: El libro de la amistad

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