Preparativos

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Como ahora todo es trámite formal
y autoridad centralizada, yo me he vuelto peregrino,
voy al desierto, no espero que venga nadie a echarme
o que algún falso Abraham me despida a patadas.
Ahora para ir a los templos del silencio, me desnudo,
salgo en la noche sin el corazón desconocido,
me llevo la voz que me convida cuando no tengo
nada mío, sino esta miseria trascendente,
este vacío de mi sed.

Ahora soy del secreto que se oye,
de la brisa que susurra: «Levánte y come
este pan y bebe de esta jarra».

Entonces dejaré la cueva, me acercaré al arca
donde conmigo pacta una voz que no se halla
en ritos oficiales, en ceremonias institucionalizadas.

«Prepárate», diré a mí mismo.
Surgirá la verdadera voz
del arrabal de Atenas, sabré del Agra
de aquellos que se reúnen a solas con sus estrellas
y cuya luz se quedará con ellos y se transformará
en rosa blanca y amistad que dura para siempre.

Iniciaré en la soledad de mi miseria
este preámbulo de consolaciones.
Desde la altura, el águila es gentil y tan delicada
como la paloma de una bella Afrodita
o el mochuelo de Atenea o el delfín de Apolo.

Seré amigo de los pájaros porque hasta los cuervos
limpian y bendicen los campos de batalla.
Todo en mi cielo es bueno; pero, me preparé
cuando otros carguen los objetos del mundo
hasta los santuarios de Eleusinión, iré
en camino opuesto cuando se vayan.

Daré la vuelta, mirando el ave y la estrella.
Dormiré con un ojo abierto si me sorprende
la noche y descansaré porque voy solo,
donde no hay otra cosa que mi desnudo corazón.

09-02-2006 / Indice: El libro de la amistad

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