Sunday, March 15, 2009

18. La coneja de pilas y el gamobio




Aluciné con una camélida, con dos cuernitos y las ubrecillas con manchas blancas. Cerré la puerta y metí otra vez mi cuerpo, si es que tengo, bajo el chorro de la regadera porque el agua fría me quita las ganas de llorar y los delirios alucinatorios.

Tendré que dar una explicación. ¡Con lo duro que es para mí!

Don Nadie me llamó con la voz de Gabi Ruffo. Lo ví entrar por una ventana. Y halló refugio en el cuarto donde puse esa mona que trajo, ese muñeco, atizado con pilas en el culo.

El pájaro negro sufrió un gamobio. El vampiro llega en forma de gamobio. Mi soledad se materializa en forma de gamobio.

Fui derechito a la bacineta de mi baño, cagado de miedo. Me traicionaron los nervios. No ha salido ni mirringa de caca y llevo una hora esquivando, aquí sentado, la visión del gamobio. Entonces me desvestí y entré bajo la regadera, con el chorro a todo hender y el agua fría. Y cepillé mis dientes y me vacié unas gotas de medicamento en mi ojos.

Otra vez quise echar unos pedos. Abrí la puerta nomás tantito y ví a la gama, expresando una animación inesperada. Se estuvo masturbando y ahora jugaba con una de las pilas.

Me escondía bajo la toalla cuando escuché la voz de Leticia Calderón.

«Guapito, ven».

Catherine ya se había encerrado en su habitación. Supongo que dormía. Sólo que la voz que escuché fue inconfundiblemente la de mi hermana mayor. Mi hermana platica ronquito como Leticia.

Seguramente, me regañará porque el muñeco se volvió una camélida. El ser es pura gamucería, maldita sea. Y yo soy un mal compromisario. He debido matarlo, pero el ser-en-sí se va queriendo irse, se corona en sus tormos lógico-trascendentes. Me engaña.

El animalejo aseguró que, si lo mato a él, me haré ologámico y ovocelular. Nacerá una variedad de limos sobre la piel de mi pecho y otras levaduras. Me hechizará. Seré un sátiro.

Después seré echado a una fosa, junto con alacranes y darán mis vestidos de Calvin Klein a los pordioseros... porque mi jefita es creyente y ofrenda mucha caridad a los pobres. Aún mi madre me despreciará y no querrá un recuerdo mío en la casa.

A las siete de la noche, me acosté al lado del ser. Sea lo que sea, gama o coneja, camélida o perro muerto, había planeado matarla, por lo que fuí a la cocina y busqué una daga turca y un trapo para metérselo en la boca, para cuando llegara el momento del degüelle, que no grite tanto.


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