Máximo Gorki como un Cristo, cuadro de Alberto Thirion, mexicano
a Alexei Maximovich Peshkov (1868 -1936),
alias Máximo Gorki
Estoy contigo, Máximo, a unos dedos
de invocarte Mi camarada en la Revolución
confrontadora, tan tristemente necesaria.
Vocación de amor tienes, hijo de tapicero.
Sediento huérfano del mundo todavía
(apenas redescubres tu propio Padre oculto)
y tu circunstancia es tan dura que el mundo cruje.
El tiempo ingratamente te traga, Máximo.
Te niega su abrazo, uránico / saturnal / te es
y tus abuelos contigo también se lamen
ollas que cuecen sus duras circunstancias.
Estoy contigo porque eres estudioso
y exploras por tu cuenta que amigo es sólo
ese querer hondo de saberte, informado,
darte en amor con la palabra, vincularte
tal como en 'La familia Orlov', 'Los vagabundos',
'Tres hombres', 'La madre', examinando
en profundidad el valor de la rebelión,
cuando emancipa y la fuerza de voluntad
es compromiso, posición personal
en medio de ese tránsito, el orden social
que se derrumba para que viva el otro orden,
potenciado con mayor justicia.
Tú sabes qué es ser pobre en el vientre
del zarismo y su inminente ocaso.
Tienes miedo de ese tiempo
en que todo cruje
como el hambre, el descenso, el hastío,
la auto estima de los pequeños burgueses.
2.
Y, a los 16, cuando este proceso consciente
se cuajaba, la edad es triste, peligrosa,
angustiosa adolescencia
en medio de juventudes progresistas...
Entonces, disparaste la bala, la hundíste
en la costilla y más abajo y apenas con 18
malcumplidos. Te cambiaste el nombre
(ya no quieres ser Alejandro), «¿estás leyendo
a Tolstoi?», te pregunto. No. Algún ketubah mío,
algún documento que compadece al hombre
y no insiste en llamarlo baronshin,
hijo de condena, kelim / vasija rota.
3.
«Díme amargo, ganzúa», me pedíste
«que soy hijo del castigo, y me quiero
morir», me cansé de hacer pan
y pintar verjas, de ser camarero en viejos barcos.
Y seguir esta senda crecida de miseria
y yo vendiendo vodka. Embruteciendo vagabundos
y cosacos. Quiero horizontes porque siento
que la vida es breve, muy dura para mis dedos.
.
Obvio: tenías tuberculosis. Lo sé. Y te da frío
y te duelen las articulaciones.
El pecho y dedos dolientes son bajo el papel
tus cuentos y dramas literarios...
«Ven, hombre de ley, házte abogado
de alguna esperanza o viaja conmigo
a Capri», siete veces te lo he suplicado.
Para que no sientas un clima que te mata
el cuerpo y el alma. El corazón y los dedos.
Para que no te silencie Lenin, con su propio puño
y letra, o quien es peor, los Zares y los monjes
con su vil ortodoxia que conspira
con subversión en silencio, sin amor por nadie,
sin amor por los jóvenes de Rusia.
Ellos, como tú, han comenzado a airarse.
4.
Estábamos en Nápoles cuando la guerra vino.
Servimos en la Cruz Roja, rusos para Italia, y amábamos
el arte; tú no creías en la Revolución del '17
y yo que te dije: Amigo Amargo, cree,
llena de esperanza esa vasija rota.
Es mejor ser un bolchevique que un nihilista
conspirando en sí mismo en beneficio de nadie.
Sí, Máximo. A unos dedos estuve
como estoy ahora, de invocarte camarada
de esa Revolución confrontadora,
tan tristemente necesaria.
No por tí, hijo de tapicero,
no por tí, camarero de barcos,
por esa gente, hijos del Sol,
pero en 'Los bajos fondos',
pobres veraniegos, bocetados
como ídolos de la lucha proletaria.
5.
Bueno que te hayas declarado antifascista,
amigo Amargo, y que lo digas en Alemania
y que lo adviertas en San Petersburgo: Alemania
enemiga nos prepara mortaja.
Hasta acá vendrá a matar más rusos y judíos
que los que Génrij Yagoda desde Ucrania,
con la voz policíaca secreta del Holodomor.
El genocidio está a las puertas,
Máximo, camarada amargo,
y el movimiento mundial por la paz te espera
y es más importante que el realismo socialista
y que las técnicas naturalistas de teatro.
Este es el año: 1934. Año que inicia el Gran Terror
y tu arresto domiciliario y el asesinato de tu hijo
para ponerte mucha más tortura sicológica.
6.
Mi corazón es contigo, Máximo, a unos dedos
de invocarte en la miseria y el sufrimiento
de tu muerte repentina y crisis de identidad
después de la amargura. A unos dedos,
Máximo, amigo amargo,
Es hora de sacar otra vez la pistola
con su forma de espada de Zain. Es tu pluma
que ha visto la desgracia de los desheredados
(a los que llamas ex-hombres).
De las clases marginadas de la Rusia de los zares,
salvo tu descripción del tipo del vagabundo
y autobiografías, que me conmueven.
Estás lleno de humanidad, al fin y a cabo,
y, si bien no eres el más optimista en la desgracia,
eres preciso, honesto, amoroso.
A unos dedos he estado de invocarte
Amigo Amargo y decir: Este judío
te ama. Eres un verdadero amigo.
22-09-2007 / Indice: Libro de la amistad
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