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En la vida cotidiana, por el modo en que nos tratan,
ya sabemos, la ley regula de tal modo que pensamos
que no tenemos merecimiento alguno.
Que somos una recua de infelices
y la alternativa es resentirnos
con el odio nihilista y el enojo.
En el fondo de mi corazón,
porque voy, con Agar justo al desierto,
me digo peregrino, y pido agua,
aunque sea subterránea y de los pozos
que no veo. Que mi madre no pierda
el consuelo. Que no muramos.
No vivir, con esta sed, es todo lo que anhelo.
Sed de consuelo, hacer del corazón
mi dote, quiero la fe de Sacer saciado,
sin administradores como los que la ley
me ha dado, ministros ad nauseam
que exilian y execran para que sea sumiso
y no sepa ante Quién por exceso de sutras
y leyes y cinco quejas en dolor
que anulan el principio antrópico:
la raíz de mi merecimiento.
09-02-2005 / Indice: El libro de la amistad
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