Yo invoco pigmaliónicamente.
Espero de mil modos lo posible:
presagio en carne y hueso la utopía.
El milagro transustancio
cuando doy mi caricia.
Soy el táctil demonio del abrazo.
Aún a la sorda y fría tersura
del mármol, yo acaricio.
Este es amor al arte y por el arte,
carajo, querer hasta las doncellas
que se mueren en roca y jugar sobre adoquines
con la sombra, en aras de la negra cianodermia.
Todo bailaría si iniciara mi trabajo percusivo;
yo toco en esperanza un ritmo
y a lo que es hermoso.
Mi epidermis es como el pincel,
lengua golosa y brocha sobre el lienzo.
A veces por lujuria me lanzo sobre el barro
y quisiera amasar alguna forma
(pienso en la mujer y en esculpirla
hasta con besos) y me placería
ser raíz y rama y tallo
y sí, al menos, un fruta que cuelgue
en lo más alto para ella.
Noviembre 1980 / Las zonas del carácter: Indice
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