Quien no sabe que la guerra existe
(y es una violencia interna que corrompe)
contigo lo aprende, padre fallido.
Crédulo, augurero, vengativo.
Cuando no parece que así sea,
reinventas su amenaza en tiranía. Al padre malo
le place que exista un enemigo y que se muera,
clavando en sus espaldas un cuchillo de palo.
Tú das la cueva oscura o la celda en la torre;
permites que tu hija salga a ver el cielo
cuando llueve estrellas;
das una cadena larga o abres un techo
de bronce, por si Zeus la visita.
La tiranía es a veces filantropía calculada
(pero la fuente de su terror no la perdonas).
Quien no sabe aún que la guerra existe,
sabrá pronto que de tu hija supones
que nacerá un enemigo, el transgresor,
el que vendrá a matarte, el oculto en su vientre.
¿Qué dices cuando ella te pregunta:
«De qué tienes miedo, padre mío?
¿De tu nieto? ¿Qué es lo que realmente
has llamado lo Desconocido?»
En Argos se ha comenzado a decir
que Acrisio no ama suficientemente.
Que los malos augurios por su reino
(por los que teme) son sólo misoginia.
07-12-2000 / El libro de la guerra
Saturday, October 18, 2008
Acrisio el misógino
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