Friday, October 17, 2008

Levantamiento campesino, 1932

Para que se pueda deshistorizar el pasado,
no diga que este país es El Salvador.
Este es un territorio condenado
sin momentos lujosos en el tiempo.
No hay tradición que conservar
y si algo se destruye vale tan poco
como un animal de labranza accidentado.

Mas no se preocupe ninguno: la respuesta
de Maximiliano fue corporativa,
universal, valiosa, en medio de la crisis:
él suprimió a los estorbosos
[Schlesinger ha dicho que ha comenzado
a combatirse el comunismo].
Unos 25,000 de ellos ya ha caído como moscas.

Y hoy se entiende: fue necesario.
Había una crisis: el precio del café,
por ejemplo, más bajo que nunca,
protestas en las calles, subidas de tono,
necesarias reformas presidenciales
estorbadas por oleadas subversivas,
rebeliones, por quienes usted sabe
que son idiosincrática, protagónica
plaga que inciviliza a los mundos
y ataca las tierras ejidales y torna
al campesino, uno contra el otro,
odiosa tribu, signo grave
para correctivos.

Los otros, los causantes, son malos,
absolutamente indignos.
Se alzaron contra el régimen.
Y hubo que exterminarlos.
Mas no se preocupe ninguno:
Hernández Martínez hizo un buen trabajo
y los terratenientes, contentos.
Ha muerto la iracundia del machete:
en Tacuba, Nahuizalco, Juayúa,
en cada hacienda y sirva de escarmiento.

21-03-2000 / El libro de la guerra


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El Salvador

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