Friday, October 17, 2008

Scarabeus sacer


A Kafka


Puede que pasados los 4,000 años,
o con la carga de frustración de los milenios
de rudas y culpadas emociones,
usted diga que su alma es una bola de mierda.

Se siente pues, literalmente, un insecto,
un escarabajo que no proteje a nadie
y no es sagrado ni viril ni empático.

Un cagazal de coleópteros guarda la cabeza humana
y sucede así porque estamos enfermos.
Uno es como una letrina que recoge excrementos
y, entre residuos culturales, vio
que se guardó todavía un escarabajo pelotero.

Mal mira con las pupilas de desazón de los siglos.
Van 40 siglos que arrastramos este asco clínico,
racionalismo impuro. Ya no creemos.
En conjunto, nos separamos del Khepera
y su fuerza invisible.

(Usted no cree ni yo que Jepri exista, no creemos
que el sol se mueva, a través del firmamento,
y que su sustancia sea un huevo nutricio,
un huevo con vida, lo creativo).

Es que ya no se canta, con convicción, el viejo lema:
«Durable para siempre es la renovación de Ra».

Hará ya 4,000 años, más o menos,
que nos convencieron de llenarnos de otra cosa,
no de aquella metáfora cósmica y sagrada.

Somos los hijos del realismo de lo epistemológico,
no del escarabajo con dos alas. No hijos de la Bola Solar.
No del ovum de mierda, camino al sumidero.

Es imposible la resurrección. Incrédulos somos
de lo generativo. Nada se renueva sino el hedor de sangre
viciosamente derramada en atropello. Más vale
ser guerrero, no místico. Somos hijos de finitud.

Y ninguno protegerá la vida con sabiduría.
Ni esconderá en el estiércol su mejor secreto.
Subimos a la bóveda celeste sin un dios-sol
que nos guía; somos duros y escépticos.

Rodamos al otro lado de los cielos, odiándonos,
insolidarios, belicosos. No cargaremos sobre las espaldas
ni a la propia alma. No nosotros, los modernos.

Todo lo hemos dejado de creer.
Coleópteros somos, sí, acaso
porque nacimos en medio de la mierda...


03-02-2000 /
El Libro de la guerra

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