Wednesday, October 15, 2008

Cómo bombardear el jardín

A Theodor Adorno, pionero de la sociología auto-reflexiva


Yo, quien viví allí, en la aldea amorosa,
tuve un pedacito de soledad, que era muy mío.
A veces lo llamaba 'identidad',
la patria humana de mí mismo
y la representaba
con la energía particular, la mía
que es diferente, la mía que es dedicada,
inquieta, curiosa. La mía.
Aún lo que es soñado en grupo;
pasa por mi cedazo; yo lo pondero a solas
y, ciertamente, mi pueblo lo agradece.

Conmigo nada se echa en saco roto.
Sin embargo, ahora observo muchas reversiones.
Mis discursos en cuanto cómo y donde
el amor se fortalece y a fin de que aflore
con mayores consecuencia productivas y leales,
se han vuelto sospechosos.

Ahora se pide que haya censura
a lo que digo. Que se corte uno y cada uno de mis loncos.
Mi soledad se ha vuelto un Ladón / Dragón de Cien Cabezas
y yo sólo dije una metáfora unitaria:
«Mi Villa es un Jardín de las Héspérides»,
Es decir, que Ladón es la Unidad del Dragón.
Que habla muchos lenguajes
y cada uno es un lenguaje bello que florece,
una diversidad enriquecedora y para un sector,
distintas por sus necesidades; pero es parte
de la Villa Amorosa, en el mismo jardín
(donde hay las rosas, se vale aquel trecho
de geranios, ese gentil bordecillo de amapolas)
y el Pueblo Protector y Bueno; así lo quiere,
su Jardín diverso, al que he llamado
tu Jardín, Draco Hesperidum.

A riesgo de acertar y equivocarme,
yo expuse y escuchaba, respetuosamente,
a quien abría mis ojos / y otros ojos /
(hay quien no distingue los aromas)
al decir: ¡Relativismo! O bien pensado.
Entendemos el punto.

Mi grupo siempre defendió la Utopía
porque la Razón que se finge absoluta
se vuelve dominadora, absolutiza.
Deja de ver / amar/ oler / oir / proteger al Sujeto
y lo objetivo. Es entonces que se mata la rosa,
el gereanio, la amapola.

En fin que al grupo se fueron añadiendo los realistas
del Gran Reduccionismo y su presencia se volvió
tan perceptible que tuve que indicarlo,
«Ya el pueblo no es feliz. Echa de menos y yo con ellos
la vieja aldea amorosa». Nuestras soledades
apenas, si a llamarlas vamos, semejan privacías».
Como base de la consciencia crítica, antes todos
asentimos, ¡oh! soledad clarificadora, protéjeme
este pedacito de individualismo, ésto que liquidan ya,
poco a poco, día a día, con alarde impositivo
dizque los revolucionarios, éstos
que no perciben el olor de la rosa,
éstos que odian los geranios
y que llaman cardo borriquero
a la amapola.

Temo pues por la base objetiva de la utopía
del pueblo que fue bueno, soñador, esperanzado.


03-11-2000 /
El Libro de la Guerra

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