A Carl Von Clausewitz
Para desarmar al enemigo, amigo Von Clausewitz,
para no exterminarlo, para que sea mutuo el desarme,
para dar paso a la política, mándame los que cantan,
tus músicos, tus artistas, tus consoladores.
Da la orden. Aconséjalo.
Díle que no hay daño mutuo
cuando hay retirada.
Pero si vas a desarmar de todos modos,
envía un tropel de tus voces más dulces.
Anticipa el furgón de sonrisas que tienen
tus pequeños, los inocentes, los hermosos,
que vengan con la lluvia que refresca,
con la luz que enciende la alborada
en la noche oscura de los lutos
y las desesperanzas.
Amigo Von Clausewitz, hay que estudiar
el amor en los pueblos; hay que separar
el grano bueno de la paja. Suele estar armado
un pequeño grupo de malagradecidos:
una cáfila de amargos demagogos
que pervierten la inocencia cuando hay hambre.
Entonces, hágase la guerra con alimentos
que satisfagan las almas de los que están airados;
no envíes un gigantesco revanchismo
contra un David pequeño; no envíes
miseria al pueblo que, por sí, está miserioso.
No envíes el miedo donde ya está presente,
no avances con el cañón del odio;
no lances granadas y venenos, si acaso es mi pueblo
el que está más tóxicamente enfermo de zozobra y lamento.
Desarma el alma primero. O distánciate. Déjanos solos,
no impongas nada. No eches leña al fuego
porque en vano será lo que has llamado
el desarme mutuo para no exterminarnos.
02-03-2000 / El libro de la guerra
__
El poeta y la revolución / Blogsite 2 / Nomología del semen infinito / Cuaderno de amor a Haití / Index: Generación del '70 / Cartas
No comments:
Post a Comment