Wednesday, October 29, 2008
La guerra viva de mí mismo
En estas naciones de las que yo soy hijo
sobrevivo. El matiz de ansiedad lo llevo
a todas partes, sin un segundo dichoso.
No puedo ser feliz. El desempleo me sorprende
en las esquinas; el subempleo me atosiga
en las tardes. La miseria me desvela en la noche.
El hambre a menudo migas hace la esperanza.
Yo no puedo ser ingenuo.
No puedo ser profundo a menos que el dolor
me hable o me ensordezca; apenas puedo ser certero.
Lo económico está bajo mis pies. Es el derrumbe.
Es el trasfondo, es el vacío donde creo
estar en pie y voy apenas levitando, en arrastre,
trepidatorio como el temblor de fondo,
como lagarto tragado y sacudiente en los cimientos.
Esta es la expresión cultural
del país en que vivo, el sentimiento que doy
sobre mí, si me preguntan: cómo se siente
ser hijo de mi mundo, en qué lugar se encuentra
mi tumba cotidiana, desde qué hemisferio
me lanzo del Puente de Varolio.
Lo que necesito nunca está disponible.
Nunca acabaré de serme conciliado.
Me sala la identidad confrontativa.
Esta constante ansiedad tan desdichada
que la gente tapa con mentiras
y con falsos gozos. Con estruendo.
Con escape, con música de viento y de tambores.
Sí... me siento herido, enojado, en guerra,
en carne viva, en orfandad, en grito.
Camino por las calles, maldiciendo.
Y, claro está, yo sí veo de dónde vengo,
aunque no tenga la fe de un destino por futuro.
Yo soy la guerra viva de mí mismo.
03-02-1999 / El libro de la guerra
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