Con el luto, en apariencia,
a veces las tretas vengadores se diluyen,
pero no se engañen, es cuando más engordan
y se aferran al sucio.
La soledad nunca gana
cuando el numen colectivo escamotea.
Lo solemne del luto no justifica
ni su atropello ni al soldado.
La incertidumbre desespera,
pero nunca mata y la soledad
nunca se sacia a menos
que encuentres ese amor perdido
que explicara una imcompleta redención
que es menos rango y uniforme que vestido.
La gloria del derrumbamiento
es morirse, al fin, hoy como héroe,
mañana como despreciado.
05-07-1989 / El libro de la guerra
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