Sunday, October 12, 2008

Gaitiana


Para que entiendan que mis yalcones
no son cosas ni guijarros, repartos de muchedumbre,
y que Timaná no es el nombre de mi estero
ni que con puro percibir se me ve o se ve a ellos,
la Vieja Zorra de mis días,
Gaitiana, la cacica,
prendió a Pedro de Añasco,
Capitán de Justicia Mayor de Belalcázar.

Le sacó los ojos con un puñal de pedernal.
Escupió su rostro y lo maldijo.
Lo arrastró como a costal de papas
por bateyes de la niebla
cuando la luna fue más clara
al canto de la diuca.

Puso a él, su dogal al cuello,
al él que tuvo poder y deseaba
al pueblo de todos los yalcones.

Pero mi Vieja Zorra del estero
tenía las manos rudas y filosas,
el hocico agudo y la cabeza ancha.

En 1540, yo fui una brasa en el tormento.
Me habían quemado vivo; de mí
no quedó ni dominguillo con que espantar
la muerte y la colonia; pero en la Nueva Granada
los yalcones me lloraron; como yo,
serían rebeldes, cimeros, indomables,
y fui, de turno, inesperadamente, el héroe
del Gran No, conciencia del destino.


2.

Pedro de Añasco no tuvo tanta suerte.
Fue sedimento sin recuerdo
en el fondo del pantano.

Quisieron repartir mi pueblo en encomiendas
como útiles de oprobio, como cosas y esclavos.
¡Pero no somos eso!
¡Somos gentes!
yalcones, zorros viejos.


03-12-1977 /
Indice: Libro de la guerra

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