A los jóvenes del ghetto
Por andar por una calle con mi pena.
Por ser desprevenido y solo,
por no poder contar con nadie que me ayude,
ahora es, sin elegancia, que me matan.
Ofrecen una soga a quien todavía
no ha ahorcado su tristeza.
Te mienten, utilizan la palabra hipócrita,
consigna disfrazada de inteligentes garfios.
Asesinan con saña cuchillera
gentes perfumadas con preciso oportunismo,
gente hedionda en márgenes de seguridad burguesa,
pretendidamente inteligente y filantrópica,
aunque sea la arrogancia logrera de unos necios,
ciegos, egoístas, enfermos por encargo.
Nos desprecian por elitismo programado.
Ahora te matan los que posan
su inocencia policíaca lo mismo que los viles
cuya calaña es obvia como la metralleta
de narcos; te matan a cualquier edad
y por cualquier pretexto.
Los gobiernos ya no protejen a otra gente
que su círculo de benditos por su gracia.
Este es un mundo en que se maldice
al pobre y se le mata.
2.
Ahora es un niño quien circula la muerte
y te mata la tersura de los sesos,
neuronas remanentes, expectativa
de un poco de futuro hacia tus años.
Tiran navajas en los patios de la escuela.
Venden dulces de fresa que son pura heroína,
alquitrán de sustancias venenosas.
Queso para la rata inocente que la anhela.
Te piden que no creas en nada.
Te viola el padre, te corrompe
el que se llama tu amigo.
Te prostituye un sistema fraterno de enemigos.
Te mata un adolescente y te encarcela
un viejo cascarrabias; te mata por los votos
el legislador más infecundo. Una anciana soez
cultiva prejuicios como si fueran rosas
en el jardín de sus ojos chismosos
... porque no le gusta tu rostro por vecino.
Cualquiera te chotea, amparado
por un gesto policíaco y falsa noción
de dar servicio, sin sublimar el odio.
3.
Tu cabeza se pide en titulares de nota roja.
El angelicado parroquiano ajota las crueldades
contra tí, infeliz. Son perros de caza, nuevos perros
de moral neo-evangélica, neopuritana.
Vota en tu contra un pordiosero que sabe tu hambre
y tu abandono. A tu mundo lo llenan de alambradas,
de barrotes, de escupidos, de etiquetas
que fabrican estigmas y confabulaciones.
A tu pueblo lo llenan de cercos y redadas.
Piden muros, mano dura. A tu comunidad
la vuelven tu calvario, porque siempre te comparan,
te empobrecen, te compiten, te disparan
en las sombras... tan cobardes.
Con banderas de odio te hacen paria.
Con mercados te quitan la salud, el pan diario,
la ambición si alguna pudo al fin y al cabo
esconderse en tu alma, pese a la presión social
de tantos hijodeputas con edades diversas.
Has dejado de ser una persona.
Has dejado de ser niño.
Eres prescindible en todo y para todo.
No eres ciudadano ni de un rincón infame.
Te matan [porque pareces inservible,
aunque tú no lo creas y sólo sepas
que estás desesperado] en el infierno crujiente
de tus días y el amplio rescoldo de desesperaciones.
Tus gritos por ayuda ya nadie los oye.
El buen vecino es un criminal siquitrillado
y tú, la víctima ideal, tú, por vulnerable.
Por vivir en la pobreza que empobrece,
en el lado equivocado de la bienventuranza,
te matan así, sin precaución, sin elegancia,
sin la disculpa del asesino que lo pide,
lo ejecuta, lo proclama.
23-02-1997 / El libro de la guerra
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