El guerrero y la energía

Quiero a la humanidad armada hasta los dientes.
Que tengan la herramienta del trabajo.
El utensilio idóneo de la lucha. La energía libre.

Que organizado su cuerpo de ingenieros vaya más lejos
que las tecnologías de las ciencias ortodoxas y mediocres.
Que sepan cómo se almacena y distribuye la energía
(sí, la que forma los ciclos de universos, con estrellas y lunas,
con mares, geografías planetarias, cielos y fenómenos).

Sabedores del flujo efectivo que la energía libera
sin necesidad de las cuotas pagaderas a los controladores,
o las hienas de la explotación: bárbaros administradores
de lucro y supresión de combustibles, indefensión y miseria.

Que los pueblos laboriosos se armen, lo postulo,
y comiencen, como consumidores, a disfrutar ese poder
que el amor tiene en secreto: la gravedad vencida,
la manipulación interior del espacio y el tiempo.
La sustancia primaria. Lo pródigo del Verbo.

Sí, yo anhelo que se armen en el éter luminoso,
en su continuidad absoluta, en el diseño electromagnético
de campos rotatorios, donde sólo existe la abundancia
y la dicha. La dificultad de mi anhelo no es que sea una utopía,
o que ésto sea imposible, teórica o materialmente.

Se trata de que armarse es un proceso de perseverancia.
De justicia, de kairós, del momento preciso.
A la batalla hay que ir bien entrenado.
Como se entrena un guerrero de esos tribales
para hacer lo contrario: despojo, negación, ultraje.

En el éter luminoso no se mete el alma sucia
de ninguno de ellos. Ninguno que se vista con espanto,
mezquindad, garfios que obstruyen la Fuente del Akasha.
Uniformes de energía libre sólo lo viste el que canta
como un ángel y conoce las fuerzas creativas de la vida.


13-02-2000 / El libro de la guerra

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